Opinión

El poeta argentino José Abut y su ‘Reino de las Causas’

“A María Mercedes Rigo, mi esposa. A María Yamel Félix y a José Jorge Abut, mis padres”. Tales son los dedicatorios del libro de poemas titulado Reino de las Causas, cuyo autor es el poeta José Abut, y publicado en ‘Catálogos’, Buenos Aires, 2003.
El poeta argentino José Abut y su ‘Reino de las Causas’
“A María Mercedes Rigo, mi esposa. A María Yamel Félix y a José Jorge Abut, mis padres”. Tales son los dedicatorios del libro de poemas titulado Reino de las Causas, cuyo autor es el poeta José Abut, y publicado en ‘Catálogos’, Buenos Aires, 2003. “El que oyendo soy/ crece/ cada vez más adentro/ Insonoro lenguaje/ gravitación de lo nuevo/ nombrado por alguien/ que nombra el mundo/ no sé de quién es/ la voz que me guía”. Así se van espigando los primeros versos del poemario que da principio con “casa y camino” y “noche por dentro” y “permanencia”. Luego vendrá el “Religare” sumido en “reverso” y “conclusión”. Más tarde, “Demencia”, junto al “genocidio”, la “avaricia” y el “servil/ mente”. Después, con “Favaloro” se inclinará “lo de siempre” y “sin salvación”.
En la poesía de José Abut –quien naciera en Arrecifes, provincia de Buenos Aires, en 1936, y desde hace tiempo residente en la localidad bonaerense de Ramos Mejía– “se trata de abordar un estado de silencio, una zona de sustanciales alegorías referentes a la existencia, al dolor, al amor y a la muerte, en una tentativa de parecerse al que habla y hablar desde el que se ignora”, según el criterio de Alberto Luis Ponzo. Mediante la amabilidad del amigo y odontólogo de profesión, Nilo Russo, al igual que el poeta argentino, tuve ya la oportunidad de conocer y comentar el más reciente libro de poemas titulado Lo Real, del pasado año 2007. Asimismo el poeta de Arrecifes se dedica a la pintura, habiendo realizado exposiciones en Buenos Aires, Mar del Plata y San Isidro.
La historia de José María Abut retorna a la infancia en aquella antigua casona de Arrecifes, su pequeña patria, la cual se hallaba frente al templo parroquial –sobre la calle Rivadavia–, lugar donde otrora acamparan los mágicos carromatos del circo de José J. Podestá, origen en 1886 del teatro gaucho nacional. “Desde muy chico me gustaba jugar con las palabras, hasta que con el tiempo desarrollé con vocación –apunta el poeta en La Nación de Buenos Aires, 12 de junio de 1991, en ‘Un canto a la vida’–. Recuerdo que en mis viajes en tranvía a la Facultad de Odontología me aparecían repentinamente momentos de inspiración, me detenía en cualquier bar, tomaba una servilleta y me ponía a escribir. Allí descubrí que la poesía sería una compañera inseparable en mi viaje por la vida”.
Si ahora regresamos al Reino de las Causas, nos encontraremos con “Renacida” en “tiniebla” y “fecundidad”. Proseguiremos a través de la “destinación” entre la “incógnita”, la “evolución”, “mental” e “itinerario”. Se aproxima la “Conciencia”, imbricada en la “transmutación” y “creciente”. Y a la postre, o al comienzo, la “Palabra”, la voz del “escriba”, “ancestral”, “poderío” y “eterno retorno”. Como nos recuerda Graciela Ester Zanini, José Abut hace suyas aquellas palabras del escritor y ensayista francés Albert Camus: “Instalo mi lucidez en medio de lo que la niega”. “Estoy sin estar/ mente afuera/ camino la materia/ del creador ausente/ mente adentro/ no existo en otro”, nos subraya Luis Francisco Houlin, al comentar el libro. “Ya sólo aire/ sobre la herida sin refugio/ a su raíz regresa/ la verdad desnuda/ Silencio de alerta/ intemperie que abre/ otra intemperie/ redención que abandona/ el estado de apariencia/ muerte del tiempo”. “Todo nace del fuego y vuelve al fuego”, escribió el griego Heráclito de Éfeso. Nietzsche, el río y “el eterno retorno”.