Opinión

Pedro Godoy

Pedro Godoy fue un poeta en todo el sentido de la palabra. Tuvo diversos oficios; fundamentalmente fue panadero. Su especialidad: el pan dulce. También fue croto, albañil, pintor de brocha gorda, cuidador de coches. Se lo vinculó a los poetas sociales de Boedo, publicó en la colección Los Poetas, de Editorial Claridad.
Pedro Godoy fue un poeta en todo el sentido de la palabra. Tuvo diversos oficios; fundamentalmente fue panadero. Su especialidad: el pan dulce. También fue croto, albañil, pintor de brocha gorda, cuidador de coches. Se lo vinculó a los poetas sociales de Boedo, publicó en la colección Los Poetas, de Editorial Claridad. Desde muy joven se vinculó con el pensamiento anarquista, colaborador de La Protesta y otras publicaciones libertarias, conoció las miserias de la opresión y las persecuciones. Fue apreciado por Luis Franco, Alvaro Yunque, Samuel Eichelbaum, Diego Abad de Santillán, Luis Danussi, Guillermo Korn… Hijo natural, de ascendencia gitana e indígena nació con el siglo XX, 1900, y murió en 1986. Siempre postuló la libertad, la vida sin prejuicios, el viento y la lluvia sobre su mirada. Y una mujer a quien amar, una compañera que soñara junto a él. Alfredo Pippig, Ernesto Sábato, Osvaldo Bayer o Luis Di Filippo me hablaron siempre con cariño y admiración. Los últimos años de su vida se fue a vivir a Mar del Plata, en una carpa, muy cerca de Barranca de los Lobos. Leía a San Juan de la Cruz y se sentía más ácrata y solitario que nunca. Exaltaba la vida libre y el surrealismo mientras leía sus poemas frente al mar, frente a las olas, en la playa, solo y múltiple. Un día, en los años 70 me propuso hacer la toma de un banco con varios poetas para que la gente no viviera alienada. Debíamos entrar al grito de: “¡Este banco está tomado! ¡Deberán escuchar poemas!”
Publicó A cara o cruz (1926), Vidrio de punta (1928), Brocha gorda (1932), No hay lemas (1953) y Milonga de los caminos (1969).
Un poema de su primer libro:
Los panaderos
Somos nueve esqueletos demacrados de sueño,
que consumen los hornos en nocturnas faenas,
nueve sombras metidas en un sótano inmundo
ambulando debajo de las bombas eléctricas.
Con los torsos desnudos, tironeando la masa,
hechos ganchos los dedos por lar ruda tarea,
al compás del resuello van y vienen con ritmo,
mientras cruje en la hornalla la brazada de leña
y el silbato alcahuete del gendarme, en la esquina,
hace ronda en el sueño de la casa burguesa.
Laboramos la harina que mañana, allá arriba,
de pancitos calientes llenará la vidriera:
los pancitos rosados como caras de niños,
que estarán entre espejos y papeles de seda.
Ydespués...
otro esclavo en un grave repartir reverencias
que le ganan limosnas, servirá entre sonrisas
en los grandes hoteles, con bruñida bandeja!