Opinión

Pájaros perdidos

Estos días ha llovido a cántaros. En algunos lugares era aguanieve. Tras los cristales se levanta una bruma espesa y gris cubriendo la cordillera.La gente está temerosa, mira a los nubarrones con recelo y desea sentir el temporal amainar o, por lo menos, proceder compasivamente.Los cerros, enchumbados, son preludio de tragedias anunciadas, y cada gota de agua se mira con manifiesta preocupación. Las eternas hondonadas bajan cubiertas de lodo y piedras.
Estos días ha llovido a cántaros. En algunos lugares era aguanieve. Tras los cristales se levanta una bruma espesa y gris cubriendo la cordillera.
La gente está temerosa, mira a los nubarrones con recelo y desea sentir el temporal amainar o, por lo menos, proceder compasivamente.
Los cerros, enchumbados, son preludio de tragedias anunciadas, y cada gota de agua se mira con manifiesta preocupación. Las eternas hondonadas bajan cubiertas de lodo y piedras.
La arcaica raza humana se halla como al principio de la creación, en ese instante en que el “homo sapiens”, una criatura débil, frágil, casi brizna de algodón dentro de los vaivenes de la Naturaleza, comenzó a andar erguido, y así, cualquier manotazo los deja desvaídos y convertidos en una mixtura de calamidades.
Un juglar, en una esquina de la plazoleta provinciana con carriones adormecidos, musita a la tarde desapacible: “Llueve, pasan pájaros perdidos. ¡Qué triste te quedas tú, pobre corazón sin nido!”.
La lluvia, perennemente cantada, alegría de nuestra existencia, motor del vivir, es también, a razón de esa ambivalencia de las formas creadas, dura y despiadada cuando se lo propone. Su furia y destrucción es pavorosa.
Una noticia habla de una antigua civilización arrasada a cuenta de las aguas en las costas del Mar Negro coincidiendo con la tradición del llamado ‘Diluvio Universal’.
El equipo de exploradores –submarinistas, arqueólogos e historiadores– descubrió los restos de un asentamiento humano a unos 100 metros de profundidad, sin duda las huellas de una ciudad en las costas de Turquía hace 7.500 años. En esa fecha sus habitantes tuvieron que huir precipitadamente ante la llegada de un enorme aluvión.
En su abandono dejaron restos de construcciones, herramientas utilizadas para cultivar sus campos y los utensilios empleados en el coexistir cotidiano.
En ese lejano tiempo el Mar Negro no era más que un inmenso lago de agua dulce en cuyas orillas vivían agricultores y pescadores alimentándose de sus generosas riberas.
La historia del Diluvio y la del patriarca Noé fue escrita hace unos 4.900 años o algo más, y sus antecedentes podrían estar en el episodio de tormenta la cual duró “cuarenta días con sus noches”.
¿Leyenda? ¿Verdad? Quizás de todo un poco.
Otras religiones antiguas hablan igualmente de un diluvio, una tromba de lluvia torrencial enviada por los dioses con la finalidad de limpiar la tierra de cizaña, pecados antinatura innombrables y adoración de ídolos falsos.