Opinión

Obreros

Hipnotizados por la visita mesiánica del presidente Obama a Europa, hemos ninguneado hasta el olvido una noticia que debe ser muy molesta porque sigue sin tener gran repercusión en los medios: las personas que mueren en accidentes de trabajo.
Hipnotizados por la visita mesiánica del presidente Obama a Europa, hemos ninguneado hasta el olvido una noticia que debe ser muy molesta porque sigue sin tener gran repercusión en los medios: las personas que mueren en accidentes de trabajo. En los mismos días en los que el líder estadounidense impostaba el papel de Robin Hood planetario, se publicaron los últimos datos estadísticos sobre siniestralidad laboral, que colocan a Galicia a la cabeza de todas las comunidades españolas. El nombre le viene al pelo, porque es siniestro que sumemos los muertos en el televisado terremoto italiano, los soldados españoles muertos por el mundo adelante y los españoles asesinados por terroristas y, todos juntos, no le lleguen a la suela del zapato a los números de trabajadores que mueren o resultan gravemente heridos en su puesto de trabajo. Sólo en el pasado mes de enero murieron en España 71 trabajadores, de más de cien mil accidentes laborales registrados en el país sólo en el primer mes del año. Y eso, dicen, que la economía está parada. Lo único ‘bueno’ de esta crisis económica es que los parados de la industria y la construcción no se van a caer del andamio. Sólo se morirán de pena en sus casas. Sucede que ser obrero está como pasado de moda y no importa que se extinga como el tigre siberiano mientras triunfa el trabajador de guante blanco, el que especula e invierte en artificios que a todos nos hacen más pobres.