Opinión

Muro

He dicho en numerosas ocasiones que la llamada Guerra Fría la ganó, en realidad, Hollywood. Por eso nos cuentan que el momento decisivo de la Segunda Guerra Mundial fue el desembarco de Normandía o que el derrumbe del comunismo –y dicen que el resurgimiento de la libertad– se fraguó en la caída del muro de Berlín.
He dicho en numerosas ocasiones que la llamada Guerra Fría la ganó, en realidad, Hollywood. Por eso nos cuentan que el momento decisivo de la Segunda Guerra Mundial fue el desembarco de Normandía o que el derrumbe del comunismo –y dicen que el resurgimiento de la libertad– se fraguó en la caída del muro de Berlín. Tan estúpido es decir lo uno como lo otro, pero la propaganda de calidad –y unos periodistas que tragan con todo lo que viene de arriba– hacen maravillas. El comunismo del Este de Europa acabó siendo un fraude porque se corrompió y no cumplió su propia ideología, pero el capitalismo que tiene enfrente (que ya nace corrupto porque asume la existencia de pobres y muertos de hambre, que no pueden ser llamados libres) ha sabido decir una cosa y hacer la otra en un alarde publicitario. El modelo económico actual, ese que ensalza el mercado libre y la presunta competencia, está más intervenido que nunca por los Estados, pues en Europa sólo una reducidísima cantidad de empresas son capaces de vivir sin aportaciones directas o indirectas de la Administración. El ‘subvencionismo’ crea tantos vagos en los empresarios como en los trabajadores. El problema es que la mayoría del dinero público procede de los trabajadores, que con el modelo fiscal actual pagan más impuestos que los ricos (directamente no pagan porque tienen recursos para evadirlos) y los rentistas, que están menos gravados que los currantes que sacan adelante el país.