Opinión

Mercedes Sosa, la voz de Amerindia

Mercedes Sosa, nuestra Mercedes, ha regresado a la tierra nutricia. Nos deja su voz incomparable, sus canciones, el milagro vivo de una música de raíces populares americanas, al modo de su hermana chilena, Violeta Parra.Mercedes es un grito intemporal –el gemido secular del gran arte– que canta, desde los orígenes, al padecimiento humano hecho amor, como el pan que es trigo, sudor, trabajo y esperanza.
Mercedes Sosa, la voz de Amerindia
Mercedes Sosa, nuestra Mercedes, ha regresado a la tierra nutricia. Nos deja su voz incomparable, sus canciones, el milagro vivo de una música de raíces populares americanas, al modo de su hermana chilena, Violeta Parra.
Mercedes es un grito intemporal –el gemido secular del gran arte– que canta, desde los orígenes, al padecimiento humano hecho amor, como el pan que es trigo, sudor, trabajo y esperanza. Porque el arte es expresión intemporal de la lucha contra la muerte y sus frutos nacen desde el dolor, nunca de la complacencia de los satisfechos.
Mercedes, a través del don incomparable de su voz, cantó a los humildes, a los despojados de la tierra, a los zaheridos por la injusticia de los poderes ciegos y brutales –¡ay!– tan extendidos por nuestra América morena. Alzó su canto por las minorías étnicas, avasalladas bajo el hierro de la Conquista, ultimadas por los feroces mílites mestizos, que aún hoy desfilan bajo los aleves tambores del exterminio.
Mercedes fue digna, honesta y clara, llena de esa humilde aristocracia hija de la arcilla, regada en el surco que hiende el arado amoroso. Generosa de su arte, apoyó a los jóvenes talentos, les dio ánimos, sin halagos ni mentiras, lejos de toda ambición mercenaria y oportunista. Grande como pocos, la lloramos hoy, más con exaltación que con pena, porque está viva en el corazón de los pueblos americanos, aquí, en este Sur que también existe, y es semilla universal desde su norteña tierra tucumana, esa inigualable matria nutricia de la inmensa Argentina.
Mercedes cantó con los más grandes intérpretes; habría que decir que ellos cantaron junto a la hija de Tucumán. Su voz recorre el ancho mundo, llevando, sobre todo, aquella canción que recogió de Violeta: ‘Gracias a la Vida’, magistral y única, emblema de los buenos y generosos que cantan para conjurar males y renovar anhelos, –a despecho de quienes quieren acallar las voces de los justos– en las plazas de las ásperas ciudades, en las cárceles y campos de reclusión, o en las peñas y fiestas de la popular alegría. Mercedes ha derrotado al silencio corrosivo de los tiranos, al olvido de asesinos y torturadores, sin odio ideológico, sin banderas de resentimiento, sólo con la canción de las anchas alamedas que se abren a las ansias libertarias y a las luchas seculares, haciendo suyos los versos del Poeta: “Soy pueblo, pueblo innumerable/ tengo en mi voz la fuerza pura/ para atravesar el silencio/ y germinar en las tinieblas…”.
Mercedes cantó a la mujer americana, a la sencilla hacedora de sueños, a las oscuras madres cotidianas, encarnadas en su propia madre campesina… Esta es una de sus composiciones más bellas, un poema que la trovadora tucumana dejó resonando en el aire, para siempre:
Las manos de mi madre
parecen pájaros en el aire
historias de cocina
entre sus alas heridas de hambre
las manos de mi madre
saben qué ocurre por las mañanas
cuando amasa la vida
horno de barro
pan de esperanza

Las manos de mi madre
llegan al patio desde temprano
todo se vuelve fiesta cuando ella juega junto a otros pájaros
junto a los pájaros
que aman la vida y la construyen con los trabajos
arde la leña, harina y barro
lo cotidiano se vuelve mágico
se vuelve mágico…

Las manos de mi madre
me representan un cielo abierto
y un recuerdo añorado
trapos calientes en los inviernos
ellas se brindan calidas, nobles, sinceras , limpias de todo
como serán las manos del que las mueve gracias al odio

Las manos de mi madre
llegan al patio desde temprano
todo se vuelve fiesta cuando ella juega junto a otros pájaros
junto a los pájaros
que aman la vida y la construyen con los trabajos
arde la leña, harina y barro
lo cotidiano se vuelve mágico
se vuelve mágico