Opinión

Las máquinas de escribir y el ‘diseño industrial’ del siglo XX

En Alemania la fábrica Adler –durante la Segunda Guerra Mundial– se ocupaba de producir, entre otros elementos, piezas destinadas a tanques y torpedos, en tanto que IBM era empleada de modo semejante, contribuyendo así a la fabricación de torpedos en Estados Unidos. Tanto en América como en Inglaterra las fábricas de máquinas de escribir se mantuvieron, por fortuna, intactas.
Las máquinas de escribir y el ‘diseño industrial’ del siglo XX
En Alemania la fábrica Adler –durante la Segunda Guerra Mundial– se ocupaba de producir, entre otros elementos, piezas destinadas a tanques y torpedos, en tanto que IBM era empleada de modo semejante, contribuyendo así a la fabricación de torpedos en Estados Unidos. Tanto en América como en Inglaterra las fábricas de máquinas de escribir se mantuvieron, por fortuna, intactas. Si estimamos ahora el balance de precios, habremos de recordar que, después de la Primera Guerra Mundial, aquéllos se acrecentaron desmesuradamente, puesto que el hallar máquinas disponibles se había convertido en una dificultad extrema, de idéntica manera que habría de acontecer a lo largo de la Segunda Gran Guerra europea. La ‘demanda’, no obstante, no cesaba de aumentar, al igual que sucedió con el incremento de ventas, luego de ciertas innovaciones –como la del papel-carbón– que potencializaban la ‘mecanización’ de la información.
¡Épocas en que el denominado “trabajo de oficina” pasó de esta suerte a organizarse alrededor del teléfono y de las máquinas de escribir, como podemos comprobar en un sinnúmero de películas de mediados del siglo XX! “Una vez totalmente generalizada, como en el resto del mundo industrializado, las máquinas de escribir lucharon también por ofrecer un diseño brillante, y más allá de su funcionalidad compitieron por un lugar en el universo de la estética de cara a lograr una ventaja comercial”, escriben David Barro y Alfredo Sirvent, máximos especialistas, en su imprescindible monografía ‘La historia escrita a máquina’ en el lujoso libro Typewriter editado por la ‘Xunta de Galicia’ con motivo de la Exposición en la ‘Cidade da Cultura’ en Compostela.
Por más que esta circunstancia se hubiera dado ya en las postrimerías del siglo XIX, tendrá lugar, sin embargo, en el siglo XX, cuando las primordiales firmas convoquen a especialistas de otros ámbitos para participar dentro del “proceso de diseño” no sólo de las máquinas sino también de los “carteles publicitarios” e inclusive de estructuras con el propósito de exponer las máquinas, pensando en su “venta”. Un clásico ejemplo sería el de Design Research Unit (DRU), que fuera fundado en 1943, el cual se dedicó al diseño para la producción industrial. Recordemos una espléndida caravana de “exposición de ventas” para la casa Olivetti, mediada la década de 1950. Los modelos de Olivetti en Italia o bien de IBM en Estados Unidos se erigieron de esta guisa de “emblemas” de la “modernidad”. Progresivamente fue buscándose un cierto equilibrio entre, por así decirlo, las capacidades funcionales, las emocionales, las estéticas y las éticas, recurriendo a las expectativas individuales de cada consumidor.
Es notorio que el siglo XX se nos revela con una finalidad de permanente mutación y de renovadas conceptualizaciones y de innovación visual perenne de sus objetos simbólicos. La “cultura del consumo” exige el diseño. Entre tanto, el progreso tecnológico lo facilita enormemente. El diseño “moderno” surge de la “demanda” de “mercado” al igual que de la cada vez mayor fabricación en serie de los productos que, desde el instante en que traspasan la funcionalidad, “demarcan la diferencia social” y “definen ciertas aspiraciones del ser humano”. Por ello, cuando la clase media se propaga y amplifica su capacidad de consumo, las estrategias de “márketing” como las de “publicidad” cobrarán un “rol” de extraordinario fundamento.