Opinión

Mandel Singer

“Hace muchos años vivía en Zuchnow un hombre llamado Mandel Singer. Era piadoso, temeroso de Dios y muy sencillo: un judío común, corriente, que ejercía la modesta profesión de maestro.

“Hace muchos años vivía en Zuchnow un hombre llamado Mandel Singer. Era piadoso, temeroso de Dios y muy sencillo: un judío común, corriente, que ejercía la modesta profesión de maestro. En su casa, que se reducía toda ella a una amplia cocina, enseñaba la Biblia a un grupo de niños. Lo hacía con verdadero celo, pero sin notables resultados. Antes que él, miles de hombres habían vivido y enseñado de la misma manera”.
Evoco ahora con las primeras luces de la madrugada y después de volver a cerrar, como en tantas otras ocasiones, esas páginas admirables, lo expresado por un amigo un día en Viena estando de paso hacia Belgrado. El compañero de viaje, profesor de literatura europea del siglo XX en la Universidad de Timisoara, Rumania, era un incondicional de Roth.
A él le parecía extraño que el escritor no estuviera en la lista de los libros de autores judíos que conmovieron al mundo, y con una sapiencia admirable nos recordó ‘El hombrecillo de los gansos’ de Jacob Wassermann, ‘Veinticuatro horas en la vida de una mujer’, las sensibles páginas de Stefan Zweig; ‘La muerte de un viajante’, del enamoradizo Arthur Miller con esa muerte tan cercans que me ha taladrado tanto como la de Susan Sontag; ‘Oscuridad al mediodía’, el relato de las injusticias de Arthur Koestier y tan admirables como el ‘Diario de Anna Frank’, y para no seguir haciendo la lista inmensa ‘El esclavo’ de Isaac Bashevis Singer.
Hoy he vuelto a desahogarme de mis dudas, miedos y pasiones interiores. Ya he comenzado a escribir para la bruma de la remembranza.