Opinión

La literatura y el humor

A los dieciocho años descubrí para siempre a uno de los grandes humanistas griegos: Aristófanes. Hasta hoy continúo admirando Lisístrata. He presenciado distintas versiones y, más allá de sus puestas, aparece el humor, la crítica, su presencia. Lo mismo me ocurre con La asamblea de las mujeres. Aristófanes, un clásico de la humanidad.
La literatura y el humor
A los dieciocho años descubrí para siempre a uno de los grandes humanistas griegos: Aristófanes. Hasta hoy continúo admirando Lisístrata. He presenciado distintas versiones y, más allá de sus puestas, aparece el humor, la crítica, su presencia. Lo mismo me ocurre con La asamblea de las mujeres. Aristófanes, un clásico de la humanidad. Evidentemente, con el tiempo, pude intimar en Horacio y Marcial, en el Satiricón de Petronio y en el Satiricón de Fellini. Gargantúa y Pantagruel es otra ostentación del talento; poder curativo, didáctico; vigente. De mi padre heredé, entre otras cosas, el amor por Cervantes. Más claro: el amor por Cervantes y por el Quijote; el valor y la felicidad  en Quevedo; el humor despiadado.
En los años del profesorado en Letras al estudiar las literaturas medievales vislumbro el Humanismo. El Humanismo –un vasto movimiento intelectual– se inicia en Italia, definiéndose ya parte en Petrarca y Boccaccio, en la primera mitad del siglo XIV. Infunde un espíritu más amplio y más libre de la cultura. No era –es fundamental recordarlo– un retorno a la antigüedad, sino una confrontación con el saber antiguo. Allí hombres de la pintura, de la música y de las letras nos señalan con elegancia las tragedias cotidianas. ¿Qué otra cosa hacen Chaucer o el Arcipreste de Hita que una dilatada y bella literatura, una forma de repensar cosas eternas?
Molière y Swift, maestros de la vicisitud de la trama, abrirán otra mirada: revolucionaria, rebelde. Mark Twain, Ambrose Bierce y Oscar Wilde prodigaron esa corriente literaria. Y también la indulgencia. En el decurso de la vida he conversado con Charles Chaplin, Buster Keaton y Harold Lloyd. Desde el cinematógrafo generaron la crítica a un sistema social pero también una mirada cálida, tierna, desamparada. Los hermanos Marx (en sus voces la forma es el fondo y viceversa) llevarán en sus textos y su comicidad niveles universales. Tal vez mi admiración por Ionesco venga de ellos. Hablamos de la lucha contra el conformismo y los estereotipos.
Les Luthiers, Conrado Nalé Roxlo o Quino, nos llenan de orgullo. Lo cómico y la literatura en muchos casos van de la mano. Por la inteligencia, lo emotivo, el clima que nos transmiten.
Faue, en el ejercicio de la sensibilidad y la inteligencia, supo ver lo que otros no vieron. Descubrir aquello que estaba entre los buenos escritores entrerrianos, entre los conocidos y entre los olvidados. Ese es su mérito legible. En sus páginas ejes y movimientos literarios, corrientes sociales, miradas inéditas. No es poco. Le agradezco su sentido del humor al posibilitarme borronear estas líneas. Mis plácemes a María Eugenia y a sus lectores invisibles. Agradezco, como usted, su generosidad.
El prólogo, constató Borges, “no es una forma subalterna del brindis; es una especie lateral de la crítica”. Piolín de Macramé, un ser al cual admiré y traté en mi juventud, escribió para nuestra intimidad: “el elitismo va desde el brindis al delirium tremens”.