Opinión

Laiconomía

El Nobel de Economía Joseph Stiglitz dijo estos días que, con el dinero que los ciudadanos hemos dado a la banca privada para salvarla a ella de la crisis, habríamos creado una banca pública con suficiente entidad como para recuperar la liquidez y el crédito de las empresas y la gente corriente.
El Nobel de Economía Joseph Stiglitz dijo estos días que, con el dinero que los ciudadanos hemos dado a la banca privada para salvarla a ella de la crisis, habríamos creado una banca pública con suficiente entidad como para recuperar la liquidez y el crédito de las empresas y la gente corriente. ¡Hereje, blasfemo! La economía capitalista actual se parece más que nunca a la religión: está plagada de dogmas que jamás se pueden poner en cuestión por mucho que lo pida la lógica, del mismo modo que se reza a un pedazo de piedra o se habla de almas con la misma naturalidad con la que un médico explica la sístole y diástole. No hace falta ser anticapitalista para ver que el actual capitalismo está corrompido y lleno de trampas para disfrazar de democráticos a los títeres como Zapatero o Rajoy, que con sus propuestas sólo sirven a una minoría. Los españoles no tenemos reparos en disponer de colegios y hospitales públicos, pero es tabú –se ha fijado, lector, que este es un tema del que apenas se habla; es como criticar al rey– pedir un banco realmente público con una red de oficinas por todo el país. Quién es ese tiburón, habría que preguntarse, que dirige el mundo por la boca de nuestros politiquillos y que más se perjudicaría con una banca de todos, ciertamente una banca libre. Estamos abocados al peor panorama posible para la economía de la mayoría: el de gente que no hace nada por arriba y por abajo. Los de abajo son los parados y precarizados y los de arriba son los rentistas y especuladores, que sin crear nada positivo engordan como gorrinos. Economía laica.