Opinión

Kraftwerk

¿Qué es lo importante en una sociedad? ¿Debemos continuar hablando de clases sociales, de clases con fervor revolucionario, de zonas iluminadas en la sociedad? ¿Qué entiende la sociedad por libertad? Supuestamente su calidad de vida, lo que hace el ciudadano medio, lo que puede lograr.
¿Qué es lo importante en una sociedad? ¿Debemos continuar hablando de clases sociales, de clases con fervor revolucionario, de zonas iluminadas en la sociedad? ¿Qué entiende la sociedad por libertad? Supuestamente su calidad de vida, lo que hace el ciudadano medio, lo que puede lograr. Cómo viaja en subte o en tren, qué servicios tiene, cómo es su educación, su telefonía celular, su tiempo libre, cómo son sus hospitales, cuál es su jubilación, qué atención recibe…en fin, lo que cualquier hombre espera. Aquí, querido lector, el horror es mayúsculo. Se miente tanto en índices, encuestas y discursos que la alienación carece de techo. Nada es cómo aparenta. Desde el gobierno se critica el trabajo en negro. Bien. Ayer se realizó una marcha de empleados del Ministerio de Trabajo pues casi un sesenta por ciento de ellos está en negro. Se construirán treinta hospitales más. Bien. Los que hay se caen a pedazos, no hay gasas, están sucios, en muchos de ellos –en la sala de pediatría– hay dos niños por cama. La lista es interminable. Una maestra tiene picos de presión porque dos alumnos de su clase, en la ciudad de Buenos Aires, han dicho que se quieren suicidar. Llaman a la madre. La madre llega al colegio, les pega delante de la asistente social y sentencia: “No me molesten con estas cosas”. Hay violaciones, droga y faltan tizas. Las palomas entran por las ventanas. Hay vidrios rotos por todos lados y no hay estufas. Los chicos desconocen el Himno Nacional, el teorema de Pitágoras y la Marcha de San Lorenzo. Las estaciones de los trenes se parecen al atardecer a la de los países africanos. Mueren miles de chicos bonaerenses. En el norte hay hambre, hay enfermedades endémicas. Un lugar gobernado por el mismo movimiento desde hace siglos. Empresarios, gobernantes, sindicalistas están ajenos al mundanal ruido. Mientras tanto se remata todo: lagos, glaciares, valles, minas, montañas, carbón, petróleo, jugadores de fútbol. Ya casi agotamos las propuestas indecentes. Y se sigue mintiendo y crecen los desocupados y se tapa el oprobio con palabras, con gestos, con fobias. Nos da asco, nos hastía. Y otra vez el bombo, y dalé que le da. Otra vez, señora, ¿qué entiende por libertad?
Pero veamos, por un instante, qué es la izquierda, qué se entiende por izquierda. Recordemos esa intelectualidad que no vio ni quiso ver los crímenes del stalinismo. Todo era obra de la CIA o del fascismo. Cuando no se pudo mentir más, cuando todo se cayó, se hicieron los distraídos, hablaron de otra cosa. La izquierda partidaria nunca llegó a nada, jamás modificó substancialmente las estructuras de un sistema. Administrará, según sus esquemas, de otra manera. Es así: lucha por el Poder, no contra el Poder. La izquierda partidaria es parte del sistema, creará sus símbolos, sus banderas, sus mártires, sus candidatos, los vicios religiosos. Sobran ejemplos, torturas, oportunismos, máscaras, pancartas, poemas, manifiestos. Maniqueísmos, definir derechas e izquierdas siempre fue arbitrario, se presta a la manipulación que la propaganda nos mete hasta en la sopa. ¿Y por qué no recordamos el pacto Ribbentrop-Molotov, camarada? La derecha, la izquierda o el centro siempre aspiran al poder. Lo contrario, amigo lector, no son los freegan. Se lo digo por las dudas, no lo tome a mal.
Es casi imposible salir. Ya no se sale. No lo tome a mal, ya no se sale. Esto es una comparsa que nos evoca a la Armada Brancaleone. Esto está estructuralmente armado de tal manera que no salimos. No es un problema de tendencias: ni izquierda ni derecha. Los garitos dan vuelta y la mediocridad no tiene límite (Si les contara mis experiencias cotidianas. Estamos rodeados de burros, de insensatos, de profesionales huecos, de amas de casa tilingas, de secretarias sin destino, de tribus urbanas al garete).
Como leímos en las paredes en París del 68: “No queremos un mundo donde la garantía de no morir de hambre supone el riesgo de morir de aburrimiento”. Ayer miré junto a mis hijos un video que me interesó mucho: Kraftwert. Se lo recomiendo. Entiendo que puede despejar el cerebro de los pensamientos ortodoxos, de la izquierda partidaria, de la imbecilidad sistematizada, de los señores y las señoras burguesas. Y comprender un poco qué es el anarquismo. Mientras tanto aquí, en el Tercer Mundo, las cosas huelen mal.