Juan Manuel Sánchez

Sánchez une amistad y afecto. En sus dibujos, para quien tiene la frecuentación de sentir, puede advertirlo. Sánchez es así en toda su obra; va en busca de la esencia del dibujo: anhela la síntesis. Percibimos un lenguaje estético, un concepto ideológico, una sensualidad inquietante. Bien. Decimos vitalidad, utopía, fidelidad. En sus mujeres voluptuosas advertimos el amor por la vida, la pasión del ser libre, la sensibilidad como espejo épico.

Jorge Enea Spilinbergo señaló hace años: “...de ahí la doble función que Mollari, Carpani y Sánchez asignan a su labor artística: emocionar estética y moralmente al público, inducirlo al mundo de la solidaridad, la rebeldía, la voluntad justiciera...”. Y también escribió: “...encontrar formas, símbolos y estilos que manifiestan nuestra realidad...”.

Cada dibujo representa audacia y dinamismo; la figura luce en la profundidad de las parejas, fundidas en abrazos de plena sensualidad pero trascendiendo la propia línea hacia el más puro de los valores humanos. Esto nos enseña Sánchez, esto nos quiere confesar: sean libres desde la belleza, sean libres desde la pasión. Resume el misterio de Adán y Eva en el equilibrio de la línea. Es así como podemos apreciar su visión, su humanismo; refleja una experiencia cultural donde lo latinoamericano esta presente. Como está presente el arte primitivo egipcio o griego. Y los muralistas mexicanos.

Sánchez evoca siempre el encuentro amoroso. Ayer en las fábricas o en las huelgas, siempre junto al hombre. Su obra es insurrección estética y política; lucha social y lucha por la belleza. Vitalidad, otra vez. Recuerdo de la hembra y del edén perdido. Atmósfera interior que se declara combativo desde la desnudez. Línea pagana y profanación de lo ortodoxo. Rebelde, entonces. Profanación del mito en la creación de la utopía. Esto admiro en los dibujos de Juan Manuel Sánchez.