Opinión

Islamismo en el Magreb

Europa deberá observar con atención el reciente ascenso electoral y político de los partidos islamistas en Túnez y Marruecos y la posibilidad de que estos movimientos islamistas logren obtener ganancias electorales en las próximas elecciones legislativas de Argelia (mayo 2012) y el proceso constituyente en Egipto que dio comienzo a finales de noviembre en medio de una renovación de los enfrentamientos con la autoridad militar transitoria.
Europa deberá observar con atención el reciente ascenso electoral y político de los partidos islamistas en Túnez y Marruecos y la posibilidad de que estos movimientos islamistas logren obtener ganancias electorales en las próximas elecciones legislativas de Argelia (mayo 2012) y el proceso constituyente en Egipto que dio comienzo a finales de noviembre en medio de una renovación de los enfrentamientos con la autoridad militar transitoria.
El interés europeo no sólo debe derivarse por la proximidad geográfica del Norte de África, el Magreb, sino por la estrategia mediterránea que viene impulsando la Unión Europea con estos países desde 1995. Ya no están en el poder líderes autócratas como el tunecino Ben Alí, ni el egipcio Mubarak ni mucho menos el excéntrico y desaparecido coronel libio Gadafi. Si bien siguen en el poder el argelino Bouteflika o el monarca marroquí Mohammed VI, otros actores políticos están emergiendo en una región en pleno cambio.
Por tanto, en medio de la denominada Primavera árabe y los espectaculares cambios políticos que están aconteciendo en el Magreb, Bruselas deberá observar con atención y una meditada política de acercamiento, a los líderes de partidos islamistas como Ennahda (Renacimiento) en Túnez, el partido de la Justicia y el Desarrollo, reciente ganador de las elecciones legislativas marroquíes, o bien la Hermandad Musulmana en Egipto, posible actor político clave en el proceso de transición post-Mubarak en ese país.
Constantemente reprimidos, ilegalizados y perseguidos, la Primavera árabe y las caídas de Ben Alí, Mubarak y Gadafi, así como las reformas cosméticas en Marruecos, le han dado un impulso electoral importante a un islamismo político que, desde hace años, se erige como el actor clave en la democratización y el progreso socioeconómico en las sociedades del Magreb, acostumbradas al autoritarismo del poder y la preeminencia política de factores nómadas, tribales y sectarios.
Contrario a la percepción simplista occidental, los partidos islamistas en el Magreb han alcanzado el nivel de pragmatismo necesario para atraer a diversas capas sociales, principalmente populares pero también de clases medias, alejándolos del espectro radical islamista preconizado y demonizado desde el exterior. No obstante, sí persisten movimientos radicales en el Magreb, que incluso están ascendiendo al poder en la Libia post-Gadafi azuzada por la intervención militar occidental.
Por tanto, los partidos islamistas son el actor inesperado que Occidente observa en el nuevo mundo árabe, un escenario que obligará a Europa y EE UU a reflexionar y replantear su actitud hacia estos movimientos. Pero no son los islamistas los únicos, ya que una nueva camada de organizaciones políticas y movimientos sociales de diversas tendencias ideológicas y políticas están ascendiendo en el Magreb. Por tanto, Europa debe adelantar una novedosa y audaz estrategia, basada en la comprensión y cierto nivel de humildad.