Opinión

Invitación al presidente

Don Alberto Núñez Feijóo, en nombre de los gallegos de Chile, me permito invitarle a conocer nuestras dos colectividades oficiales: la Corporación Lar Gallego de Santiago de Chile y la Asociación de Gallegos de Valparaíso.
Invitación al presidente
Don Alberto Núñez Feijóo, en nombre de los gallegos de Chile, me permito invitarle a conocer nuestras dos colectividades oficiales: la Corporación Lar Gallego de Santiago de Chile y la Asociación de Gallegos de Valparaíso. Existen también agrupaciones galaicas en Iquique, Temuco y Punta Arenas, aun cuando no constituyan entidades de derecho público… Asimismo, queremos mostrarle el Centro de Estudos Galegos, en el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile…
De los presidentes de la Xunta, sólo recibimos la visita de Manuel Fraga Iribarne, en dos ocasiones como mandatario de la Comunidad Autónoma, aunque el bueno de don Manuel vino muchas veces a esta larga y angosta patria del austro, invitado por mi tío José Moure Rodríguez y por mi curmán José Luis, quien le acompañaba a los lagos del sur, a pescar… Y es que al viejo político lucense, como a mi padre, le fascina el lúbrico instante en que el sedal tiembla bajo la mordida del pez en el anzuelo, trampa y oficio que llevan algo del hechizo amoroso (ya lo escribió mejor Ernest Hemingway). El compañero Emilio Pérez Touriño estuvo varias veces en Buenos Aires, como otros ilustres personeros a quienes invitáramos en su momento; Aurelio Miras Portugal, por ejemplo… A casi todos les atacaba el ‘síndrome de Los Andes’, una especie de pánico de cruzar por los aires el ciclópeo muro de la altísima cordillera.
El año recién pasado, recibimos a Manuel Rodríguez y a Carlos Cortón; a nuestra benquerida amiga Ana Miranda –flamante eurodiputada– y al sabio compañeiro Xosé Manuel Beiras. Antes, vinieron a estas comarcas otros amigos que nos traían el hálito fresco de la patria atlántica y las novedades de su cultura: Luis González Tosar, Fernando Amarelo, Luis Alonso Girgado, Xavier Alcalá, Xosé María Palmeiro, Xan Pérez Leira, el dilecto poeta y amigo Xulio López Valcárcel… Desde Argentina, Carlos Penelas, Fernando Abal y Paco Lores.
Ya ve, señor Presidente, cómo nuestra memoria guarda nombres y circunstancias, porque somos una isla flanqueada por las montañas andinas, separada del Norte por el desierto de Atacama, el más árido del mundo; rematada al Sur por la Antártica famosa; lejos del oeste habitado, a merced de las aguas procelosas del Océano Pacífico… Debido a eso, solemos ser cálidos y afectuosos con los visitantes, más aún si provienen de la Europa en la que sigue mirándose nuestra cultura mestiza, como se miraba en los espejos cóncavos el sutil don Ramón María del Valle-Inclán, quizá el más universal de todos los gallegos.
En los años 40’, después de la incivil guerra, atracó en estos puertos la nave volandera de Ramón Suárez Picallo, para que escribiera aquí, en quince años, su millar y pico de crónicas xornalísticas. También llegaría, en forzoso exilio, el poeta gallego Manuel Celso Garrido… Y el 48’, un paisano suyo de Ourense, el inventor de Auria, Eduardo Blanco Amor, nos visitaría por veinte meses, escribiendo sus maravillosos textos de ‘Chile a la Vista’… Aquí vivieron y murieron los dos hermanos menores de Antonio Machado, José y Joaquín, dejando dos hijas, las Machado Monedero, que se hicieron chilenas de afectiva adopción.
Perdone usted, señor Presidente, estas nominaciones, pero las creo necesarias para destacar que aquí somos pocos gallegos –cuatro mil entre oriundos, hijos y nietos–, número de suyo insignificante a la luz de guarismos electorales, pero grande en el significado de su entrañable amor por Galicia, en la trascendencia cotidiana de la búsqueda y profundidad cultural de una identidad que heredamos como el mejor patrimonio posible, que vamos descubriendo en el día a día de nuestros mejores sueños.
Necesitamos, don Alberto, que se atreva usted a cruzar Los Andes para que se allegue al ‘Último Reino’. No se arrepentirá, y aún es posible que sienta el encantamiento de estas tierras, al decir de Pablo Neruda: “Quien no conozca el bosque chileno, no conoce este planeta”. Y agregaba Blanco Amor que en este reino del sur de sures casi no existen los paisajes, sino los telúricos panoramas, porque la mano del hombre no ha llegado a dulcificar el entorno, a crear paisaje vivo, como ocurre en Galicia.
He leído que es usted oriundo de Os Peares. Muy perto de allí está el casal de A Touza, Santa María de Vilaquinte, donde nació mi padre, hace noventa y siete años, para emigrar a los doce y dejar su simiente generosa en Chile. Sus hijos y los hijos de sus hijos (más de un centenar) vivimos aquí, añorando a Terra Nai, escindidos en una doble e irremediable morriña.
Amigo Presidente (excúseme el abuso de confianza), los gallegos de Chile le reiteramos una urgente invitación. La mesa está dispuesta, los manjares y el vino rumoroso aguardan por usted, para iniciar una conversa luminosa que no puedan acallar ni los vientos ni las distancias.
Que así sea.