Opinión

La ‘Historia de Galicia’ (1866 y 1901) de Manuel Murguía

En cuanto a su faceta de historiador, Manuel Murguía anhela demostrar la perdurabilidad de los caracteres “gallegos” dentro de los diversos estadios cronológicos.
La ‘Historia de Galicia’ (1866 y 1901) de Manuel Murguía
En cuanto a su faceta de historiador, Manuel Murguía anhela demostrar la perdurabilidad de los caracteres “gallegos” dentro de los diversos estadios cronológicos. Como punto de partida, los celtas, “padres y generadores de una población que lleva todavía impreso en el rostro las señales inequívocas de la raza a que pertenecen”, la cual –con sus “habitantes, monumentos, el lenguaje, las costumbres, las inclinaciones, las manifestaciones todas del espíritu”– atestigua nuestro origen cultural, que no biológico. Mas no por ello fue Galicia ajena a los contactos con otros pueblos, puesto que, así está testimoniado, mantuvo el comercio con los fenicios, los griegos y los cartagineses.
Un renovado “tiempo histórico” sobrevino, a su juicio, con la presencia de Roma. Tras la derrota en el célebre Medulio, los gallegos, cántabros y astures “enseñaron al mundo cómo pueden conquistar la libertad los que no saben ni quieren morir esclavos”. Pese a todo, los gallegos no olvidan a sus dioses ni a su cultura. La “romanización” impuso “idioma, leyes, costumbres y religión”, pero los gallego-celtas mantuvieron sus rasgos propios hasta que, al cabo, asumieron el cristianismo como religión y creación de un nuevo idioma, a caballo entre el latín y las lenguas célticas. “En nada prevaleció Roma –agrega Murguía– más que en el hecho de la conquista y su dominación cada vez más difícil”. La dominación de los pueblos bárbaros le devolvió a Galicia “días de prosperidad” y, según matiza, hizo posible la romanización de los pueblos germánicos a través de los celtas romanizados. De modo que suevos y gallegos combatieron juntos, sin fortuna, frente al invasor visigodo. Galicia fue así “sometida pero no vencida”.
En lo que respecta a la invasión árabe, ésta considera que “fue providencial en cuanto vino a sancionar (…) el hecho de la separación efectiva en que la provincia gallega se mantenía dentro del estado godo, haciendo del todo positiva esa separación y dando vida segura y especial a la nacionalidad creada por la raza, el tiempo, la conveniencia y la realidad de la manifestación de una nacionalidad que, hija de otras gentes y otros sentimientos, se mantuvo incólume bajo la anterior dominación”, dado que Galicia había desaparecido como Estado independiente “al entrar a formar parte del reino godo”, pues bajo el período suevo “se afirmaba la nacionalidad gallega constituyendo un organismo natural, uno y distinto”.
A criterio de Manuel Murguía en su Historia de Galicia (ediciones de 1866 y 1901, respectivamente), durante la época medieval de la Reconquista, “fue Galicia de las primeras naciones que lograron constituirse en España”, conformando la monarquía asturgalaica. En la Baja Edad Media –recordemos la creación poética de las “cantigas” y de los versos de Alfonso X el Sabio en la Corte de Castilla– la cultura gallega floreció merced a su idioma propio, fruto de siglos de vida. Murguía no cede, empero a la idea de “deificar” aquella nobleza recargada de sangre y brutalidad que resultó simbolizada por Pedro Pardo de Cela y Pedro ‘Madruga’, que se enfrentaron al poder de los Reyes Católicos. Ellos, en efecto, no perseguían el bien de Galicia sino la fortaleza de su dominio sobre campesinos y marineros. Llegó así una nueva racionalización jurídica, sometiendo a una aristocracia antipopular, por su crudeza de conducta y opresión. Luego, no obstante, Galicia vuelve a experimentar la dominación de Castilla.