Opinión

Habanaití

Tengo un pequeño libro de gran título, ‘Huracán’, que me regaló mi amigo Anxo Mariz, el célebre crítico de jazz latino. Explica los protocolos de emergencia que emplea la Administración cubana ante una catástrofe.
Tengo un pequeño libro de gran título, ‘Huracán’, que me regaló mi amigo Anxo Mariz, el célebre crítico de jazz latino. Explica los protocolos de emergencia que emplea la Administración cubana ante una catástrofe. Como el Gobierno que desea la mayoría de cubanos está satanizado por EE UU, este dispositivo no se puede elogiar aunque la ONU se empeñe en ponerlo como ejemplo para todos los países del mundo. El libro, decía, compara la isla del demonio con la reacción del Ejecutivo estadounidense durante el Katrina. Mientras los primeros confían en la población y la asisten con médicos y vehículos, los segundos desconfían de sus propios paisanos y se gastan una millonada (inalcanzable para Cuba) en invadirse a sí mismos con militares y mercenarios (la denostada empresa Blackwater) que en lugar de apuntar con jeringas emplean fusiles. Una brigada de mil médicos cubanos se dispuso a volar hacia Nueva Orleans pero Bush les prohibió entrar y consumó la tragedia. Ahora, La Habana ha abierto su espacio aéreo para que los aviones estadounidenses accionen un puente con la maltrecha Haití. Habría que recordar que Haití está en terremoto desde hace 200 años, y que los países que ahora anuncian ayudas son los que durante estos años han bloqueado programas de la ONU para recuperar la primera democracia negra de la historia. Y Francia, el país que aplastó al Espartaco negro L’Ouvertoure y que hoy es una potencia mundial gracias al saqueo de la colonia, pone cara de haber descubierto el Caribe.