Opinión

¡Guerra!

Hace veinte años demostré a los sufridos lectores del extinto Diario 16 que se puede ir por la vida de corresponsal de guerra sin enterarse de nada, enviando desde Bosnia crónicas vacías de contenido, sin información veraz y, por supuesto, sin el principio ético fundamental: no existe la equidistancia sino aquella información, sin palabras estridentes y sin firma pomposa, que ayuda a hacer un mundo más justo.
Hace veinte años demostré a los sufridos lectores del extinto Diario 16 que se puede ir por la vida de corresponsal de guerra sin enterarse de nada, enviando desde Bosnia crónicas vacías de contenido, sin información veraz y, por supuesto, sin el principio ético fundamental: no existe la equidistancia sino aquella información, sin palabras estridentes y sin firma pomposa, que ayuda a hacer un mundo más justo. Todo lo demás es prensa basura. En estas décadas de prudencia y purgación aprendí a escribir sobre lo que es justo pero sobre todo a leer a los demás, a los de retaguardia y a los que ponen cara de atrincherado y usan la primera persona para hablar de terceros, como esas estrellas de la tele que ocupan una silla dos palmos más elevada que la de su entrevistado. Tengo que decir que nunca como en el caso de Libia me ha costado discernir lo que realmente ocurre en aquel país, sobre el que se está informando con una ligereza sin parangón. Pero hay motivos para sospechar: en África bien hay media docena de países con mayor sufrimiento de civiles y argumentos más sólidos para una intervención militar que se elude; no hay un libio que apoye la entrada de fuerzas extranjeras; los llamados rebeldes no coinciden con el grueso de la oposición que se alza en el resto del mundo árabe; los regímenes saudíes, amparados en el mayor pedido de armamento de la Historia (con EEUU) son los que se oponen a Gadafi. Apesta, todo apesta. Ya sólo falta resolver una duda: ¿Quién habrá sido más criminal llevando a España a una guerra, el arrogante Aznar o el mentiroso Zapatero? Dejémonos de pamplinas, mi país ha vuelto a declarar la guerra a otro pueblo: ¿a quién voy a culpar de otro 11-M?