Opinión

La guerra del PP

El conflicto abierto que actualmente se lleva a cabo en el Partido Popular (PP) de España por definir su dirección nacional (y consecuente proyecto político) deja en el camino varias claves, tan reveladoras como vergonzosas.Está claro que los personajes de esta trama son el actual presidente del partido y candidato electoral Mariano Rajoy Brey y Esperanza Aguirre Gil-de Biedma, la ambiciosa presidenta de la Comunidad de Madrid.
El conflicto abierto que actualmente se lleva a cabo en el Partido Popular (PP) de España por definir su dirección nacional (y consecuente proyecto político) deja en el camino varias claves, tan reveladoras como vergonzosas.
Está claro que los personajes de esta trama son el actual presidente del partido y candidato electoral Mariano Rajoy Brey y Esperanza Aguirre Gil-de Biedma, la ambiciosa presidenta de la Comunidad de Madrid. Como resaltante ‘outsider’, a la espera de la evolución del pulso Rajoy-Aguirre, está el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, quien fuera considerado como el candidato ideal para que el PP avance en su camino hacia el centrismo y la moderación.
Ha sido común en el actual panorama político español la reproducción de ambiguos mensajes subliminales en boca de Rajoy y Aguirre, acusaciones indirectas de por medio, destinados a sopesar las candidaturas de cara a la convención general del partido prevista para julio próximo. Es por ello que la guerra entre Rajoy y Aguirre es significativa porque da cabida a la indefinición política, ideológica y de liderazgo que actualmente existe en el PP.
Durante la pasada campaña electoral, Rajoy definió su orientación a favor de la posición abiertamente derechista y conservadora de Aguirre, marchando oficialmente en contra de la presunta visión más progresista y centrista de Gallardón. Al excluir a este de las listas electorales del PP, Rajoy se decantó en ese entonces con la que ahora es su más encarnizada rival, abriendo él mismo la brecha interna y el fuego cruzado que, actualmente, está intentando capear con ambigüedad y posible falta de criterio.
La victoria electoral de Zapatero certificó esta errada estrategia de Rajoy, quien dirigió subliminalmente sus ataques hacia Aguirre cuando, en realidad, lo que debió hacer fue renunciar por perder por segunda vez unas elecciones ante el mismo candidato socialista, para así abrir paso a una elección interna en el PP, mucho más democrática y no supeditada a la votación ‘a dedo’, propia de los sistemas autoritarios. Cuatro años más en la oposición para el PP suponen una clara derrota política que, en teoría, debería propiciar la asunción de una nueva etapa.
Los recientes cambios tácticos de Rajoy promoviendo a fieles liderazgos como Soraya Sáez de Santamaría, actual portavoz del PP en el Congreso de los Diputados, definió su nueva estrategia: alejar del partido a los considerados ‘aznaristas’, personificados en los ex ministros Ángel Acebes y Eduardo Zaplana, y amortiguar las ambiciones de poder de Aguirre.
En definitiva, el proyecto de Rajoy es crear un PP a su estilo para poder postularse de nuevo como candidato en el 2012, si la convención de julio lo elige como el único líder. Pero aún es incierto conocer si su ‘lavado de cara’ sirvió para algo.
Del mismo modo, resulta ambigua la utilización ideológica, con escaso criterio, de calificativos como “liberales” y “progresistas” dentro del PP, tal y como han sido utilizados recientemente tanto por Rajoy como por Aguirre a la hora de definir determinados sectores del poder dentro del PP.
Si bien es muy posible que estos sectores existan, la configuración política del PP es ampliamente conservadora y de derechas, con opciones poco claras y con marcado carácter coyuntural, para otros sectores más moderados, centristas o “liberales”, que bien podrían ser representados por el propio Gallardón.
La guerra abierta en el PP se definirá en julio y es muy probable que Rajoy termine ganando. La incógnita está en descifrar dos enigmas: primero, si el desgaste interno producto de dos derrotas electorales y la actual guerra entre Rajoy y Aguirre no pasará factura a mediano plazo al partido; y segundo, saber si con este pulso entre liderazgos repletos de ambiciones personales, se está permitiendo o se está restringiendo la renovación democrática desde la base que el PP necesita imperiosamente.