Opinión

Gadafi

Durante años, nos hemos topado con titulares escalofriantes sobre Muanmar el Gadafi, máximo dirigente de Libia desde 1969. La norma impuesta era, antes de explicar nada, referirse a él como “el régimen de”, “el tirano”, “el sanguinario”… y luego, el periodista contaba una leyenda tenebrosa sobre un general déspota. Sólo faltó publicar que desayunaba niños vivos.
Durante años, nos hemos topado con titulares escalofriantes sobre Muanmar el Gadafi, máximo dirigente de Libia desde 1969. La norma impuesta era, antes de explicar nada, referirse a él como “el régimen de”, “el tirano”, “el sanguinario”… y luego, el periodista contaba una leyenda tenebrosa sobre un general déspota. Sólo faltó publicar que desayunaba niños vivos. El periodista español de grandes medios, por lo general, es dócil a estas consignas y las absorbe sin esfuerzo. Imita aquello que no molesta a los de arriba. Pero fíjese, lector, que desde mediados de los años noventa no se ha vuelto a escribir una línea contra este hombre. Y los periodistas de a pie ni se han dado cuenta de que han asumido una nueva consigna. Sucede que en 2004 Gadafi firmó un acuerdo con Blair para la exportación de gas, y que tres años despúes Sarkozy suscribió un acuerdo comercial por valor de 10.000 millones, o que el propio Berlusconi lo abrazó efusivamente en 2009 tras renovar la concesión de la Agencia Italiana de Hidrocarburos. Hace unos días, La Voz de Galicia publicaba un artículo titulado “El Gobierno de Gadafi encarga diez construcciones modulares a una empresa gallega”. Ni sombra de crítica. Unas líneas más abajo, el propio periodista revela qué ha pasado con Gadafi en este tiempo y escribe “por encargo del cliente…”. Así que era eso, ahora es ‘cliente’. Sin embargo, en sus cuarenta años de gobierno, Gadafi no ha cambiado un ápice su ideología o la manera de tratar a su pueblo, sea buena o mala.