Opinión

Futboleros

Hace unas horas, había en este espacio un artículo sobre la semifinal mundialista entre Argentina y España y sobre la esquizofrenia de escribir su crónica precisamente en este periódico trasatlántico. Era un artículo para calentar a las aficiones en el que se prolongaba durante semanas un empate como en el tenis, donde hay que ganar por ventaja de dos.
Hace unas horas, había en este espacio un artículo sobre la semifinal mundialista entre Argentina y España y sobre la esquizofrenia de escribir su crónica precisamente en este periódico trasatlántico. Era un artículo para calentar a las aficiones en el que se prolongaba durante semanas un empate como en el tenis, donde hay que ganar por ventaja de dos. Al final, como en un relato de Cortázar, acababan perdiendo los dos y me alegraba porque me caen igual de mal las aficiones, cuando son exageradas, de ambos países. Unos se creen Maradona y otros el conquistador Pizarro. Aunque es mejor aspiración parecerse a un futbolista irrepetible que a un asesino fanático vulgar, ambas son fanfarronadas llenas de ruido y molestias a los vecinos. Y cuanto más gritan, menos saben de este deporte, el más complejo y con más variables posibles de cuantos se practican. Estoy leyendo un libro de Chomsky, otra actividad compleja, sobre la capacidad de nuestra especie para autoengañarse y evitar la crítica al poder y a la injusticia. Dedica dos páginas al deporte de masas. Se sorprende de ver a algunos ciudadanos comunes desarrollar un conocimiento extraordinario sobre algún deporte y le llama la atención ver cómo estos aficionados tan cualificados no tienen reparos en plantar cara y discutir con un periodista o un entrenador en un programa de radio o TV. Se lamenta Chomsky de que no hagan lo mismo con su propio destino como ciudadanos o consumidores y concluye que muchos de estos superdotados saben que ésta es la única manera de saciar su sed de crítica sin molestar al poder. O alimentándolo.