Opinión

La España de Noós

No quiero dar la impresión de apoyar a la detestable familia real española, pero es preciso reconocer que cumplen con su trabajo de imitar –privilegios obscenos aparte– los códigos de conducta de la mayoría de españoles, precisamente la mayoría de españoles y españolas que mayoritariamente desean ser súbditos de la familia, un hecho que asumo con resignación democrática.
No quiero dar la impresión de apoyar a la detestable familia real española, pero es preciso reconocer que cumplen con su trabajo de imitar –privilegios obscenos aparte– los códigos de conducta de la mayoría de españoles, precisamente la mayoría de españoles y españolas que mayoritariamente desean ser súbditos de la familia, un hecho que asumo con resignación democrática. La familia hace chanchullos como los que ocupa cualquier otro titular de la prensa a diario hablando de políticos de grandes partidos que defraudan, despilfarran, arruinan cajas y, su peor delito, legislan para la minoría. España es un país de chanchullos y chanchulleros en el que un político de cualquier gran partido puede mantenerse en el cargo tras cometer graves robos conocidos por todos y se mantendrá con el apoyo de su partido hasta que lo eche un juez. En España un tertuliano analfabeto recibe una porrada de miles de euros por cuatro conferencias a las que no acude ni dios y se pasará el resto de su vida periodística alabando los recortes económicos y señalando a la corrupción sindical como causa de la crisis, aunque él sepa que esto no representa ni el uno por mil del fraude a la Hacienda Pública. Si la familia real tiene un pariente más sinvergüenza de lo previsto y, sabiéndolo, lo protege durante años, la familia no hace más que repetir los hábitos de la clase política profesional española, que es el primer grupo social que debería dar ejemplo –sin necesidad de jueces– a patricios y plebeyos.