Opinión

Escombros

Viendo la película ‘Bajo el sol de Toscana’ nos vino a la mente Curzio Malaparte, ahora que nadie lo recuerda. Entre los escritores de nuestra juventud, él marcó nuestro hálito como nadie. Era la época en que uno conocía poco del mundo, nada de la vida y muy escasos matices de uno mismo.
Viendo la película ‘Bajo el sol de Toscana’ nos vino a la mente Curzio Malaparte, ahora que nadie lo recuerda. Entre los escritores de nuestra juventud, él marcó nuestro hálito como nadie. Era la época en que uno conocía poco del mundo, nada de la vida y muy escasos matices de uno mismo.
Malaparte destrozó, e hizo bien, la novela convencional, convirtiéndola en un reportaje literario, “grandioso y total, sobre la guerra, que vale por todas las novelas bélicas que conocimos, incluido Hemingway”, había comentado hace años Francisco Umbral.
En cualquier momento el autor italiano resucita, de eso no quepa la menor duda. Se acusa aún hoy al toscano nacido en Prato, cuyo pueblo refleja de una forma trágica en ‘Madre marchita’,  de ser cínico ante la tragedia de Europa en la II Guerra Mundial, al ser sus obras más emblemáticas, ‘Kaputt’ y ‘La piel’, la evocación punzonada, por medio de un cinismo refinado y dulzón.
Falsedad. Él comprendió la permanente desintegración europea desde su propio dolor descuartizado. Lo decía en ‘Kaputt’, donde intentaba dar a entender lo que era aquella Europa y por lo tanto cada uno de sus protagonistas: “Un montón de escombros”.
Ese libro es espantosamente gozoso y cruel, pero... ¿cínico? Es posible, pero no olvidemos que el cinismo es una manera desagradable de decir la verdad.
Ya lo mencionaba Valle Inclán cuando afirmaba no cambiar su bautizo cristiano por la sonrisa de un cínico griego. “Yo espero –decía– ser eterno por mis pecados”. No los tuvo, pero consiguió penetrar en el Olimpo, donde posiblemente será difícil que uno encuentre a Curzio Malaparte, pues seguirá caminando él solo por los prados de Prato, en aquella Toscana nativa, “en la que había sufrido toda clase de soledades, la soledad de la esperanza y del futuro, la inexplicable angustia que deriva del simple vivir”.
En ‘Técnica de un golpe de Estado’, demostró la fórmula para que las posibles razones ideológicas de los derribos políticos, se terminaran convirtiendo en un simple manual, aunque los tiempos sean otros y la llegada al poder se concentre en las mismas ambiciones de siempre.