Opinión

Elecciones en España decisivas para Iberoamérica y Europa

La calidad de las relaciones de la Unión Europea y una Iberoamérica en plena segunda gran emancipación se juega el próximo 9 de marzo con las elecciones generales en España.
Elecciones en España decisivas para Iberoamérica y Europa
La calidad de las relaciones de la Unión Europea y una Iberoamérica en plena segunda gran emancipación se juega el próximo 9 de marzo con las elecciones generales en España. También, y no menos importante, la prolongación de la actual ‘luna de miel’ ibérica con Portugal, especialmente intensa desde la llegada al poder del socialista José Sócrates, por su mayor sintonía generacional e ideológica con Zapatero en un momento de fuerte dependencia económica lusa del gran vecino peninsular.
Hace tan sólo quince meses, el actual presidente del Gobierno español hubiese arrasado en las urnas por sus logros cosechados, optimismo contagioso, ideales, principios y su método de contrastar siempre opiniones diversas. Pero hoy todas las encuestas arrojan un empate técnico, con sólo una ligera ventaja a mayor participación electoral para quien el prestigioso rotativo británico ‘The Times’ consideraba entonces el líder socialdemócrata y el político mejor valorado por los ciudadanos de la Unión Europea, incluidos nuestros ‘primos’ portugueses, por la confianza y convicción que transmite.
Los primeros malos efectos sentidos por la crisis del agotado, por muy desequilibrado, condicionado modelo económico heredado de Aznar y el ‘ruidoso’ fracaso de las negociaciones de su gobierno con la banda terrorista vasca ETA, al igual que les sucedió a todos los ejecutivos democráticos anteriores, han consumido en muy poco tiempo gran parte del capital político acumulado por Zapatero con la promulgación de 150 leyes sociales para la modernización de España, desde su inesperada llegada al palacio de La Moncloa en abril de 2004 tras el error de Aznar de forzar también la entrada en la guerra de Iraq a un país con moderna tradición de neutralidad bélica, burlando incluso a la Constitución, las Cortes y al Rey, y bastante anti norteamericano confeso desde la pérdida colonial de Cuba y Filipinas a manos de Washington en 1898.
La deriva hacia una percibida como extrema derecha sectaria del hoy gran partido de la Oposición, el Partido Popular, cofundado por Aznar hace quince años, lejos de facilitar las cosas a Zapatero, ha producido durante la extinta legislatura, al no asimilar ni asumir su derrota electoral de 2004, una forzada polarización creciente de la sociedad española, a través del recurso nada ético de asustar, exagerar y anunciar el cataclismo, que hace recordar los peores tiempos de su historia contemporánea por las insidias y las usurpadas banderas nacionales que agitan estos últimos deudos de 36 años de dictadura militar.
Hasta la Iglesia Católica más vaticanista se ha sumado como aliada, con gran vehemencia y activismo político, a las resistencias al cambio social animado de Zapatero por su exclusivo temor a que comporte una inevitable “secularización” de la vida civil española y la pérdida de su influencia sobre los fieles en pleno teórico choque de civilizaciones de creencia monoteísta.
El previsible nuevo ascenso electoral de Berlusconi en Italia y las ahora mayores posibilidades de Rajoy en España, han encendido algunas alarmas en Bruselas. En el corazón de la Unión Europea, donde la duradera alianza tácita de moderados, liberales y socialcristianos procura estabilidad, seguridad y riqueza, se mira ahora a Madrid y Roma con cierta inquietud por el avance de fuerzas euroescépticas en la franja mediterránea, utilizando una retórica catastrofista, en vísperas de previsibles tensiones sociales por una fuerte tendencia al desempleo tras una década de gran bonanza económica, por un 15% de crecimiento acumulado sólo durante la presidencia de Zapatero. Europa, incluidos Merkel y Sarkozy, tiene estigmatizado al PP desde la insubordinación de Aznar en la cumbre de Niza y su incondicional entrega a Bush en la célebre ‘foto de las Azores’.  
Las posibilidades electorales de un Rajoy iracundo y distante al percibirse potencial perdedor por su ausencia de sensibilidad social, frente a un Zapatero tranquilo, próximo, satisfecho, nada inquietante y en política desde hace veinte años, se ven mermadas por la propia dinámica de su estrategia. Cierta demagogia destilada y medias verdades, dentro de un juego de deslealtad institucional calculada para desgaste del adversario aún a costa de tensionar complejos procesos territoriales, dar opciones innecesarias al terrorismo y molestar gratuitamente a los inmigrantes iberoamericanos con un claro tufo xenófobo por asociarlos a delincuencia en ascenso, le hacen perder toda credibilidad, aburrir y describir una España en blanco y negro, muy alejada del colorido optimista con el que la desean hasta los españoles más imprevisibles pese a los inciertos tiempos que se avecinan.
Pero España no desea mirar hacia atrás. Más de un millón de nuevos jóvenes votantes hacen presagiar que, finalmente, Zapatero (“sólo se puede ganar si se está seguro de la victoria”) puede imponerse por sus atractivas propuestas de futuro. Una encuesta tras el primer debate en televisión con el actual líder opositor Rajoy, designado a dedo en su día por el propio Aznar como su heredero frente a Rato, luego director del FMI por el apoyo conseguido personalmente de la Comisión Europea, arrojó una mayor preferencia por la izquierda entre los votantes de 18 a 55 años y en las regiones con menor sentido “españolista”, si se exceptúa Andalucía, pese a que es en las otras donde la gran corrupción estructural ha impregnado de deshonor a la clase política gobernante.
Con una crisis internacional de previsible gran repercusión por su profundidad y duración, los poderes fácticos que representan en España el capital financiero, uno de los principales afectados, y la Corona, como factor moderador apoyado por las Fuerzas Armadas al ser, además, símbolo de la unidad nacional, verían con mucha más tranquilidad una victoria socialdemócrata por su planteamiento progresista a favor de más derechos civiles y capacidad para templar luego, y mantener dentro de los límites del sistema, las ansias de las minorías nacionalistas demócratas de Cataluña, Galicia y el País Vasco aunque, lógicamente, el Gobierno de Zapatero no haya reconocido, ni vaya a reconocer en mucho tiempo, la declaración unilateral de independencia de Kosovo.
Pero es que la complicada situación social que se aventa requiere de determinada actitud política para hacer frente y gestionar procesos económicos que palien las consecuencias de una coyuntura adversa para la gran mayoría de la población española, muy acostumbrada a un alcanzado nivel artificial de vida, por financiado a largo plazo, y que ahora difícilmente podrá mantener si se produce el esperado avance en la pérdida de puestos de trabajo. En ese caso, el programa del PSOE (Partido Socialista Obrero Español) encierra un proyecto ‘ad hoc’ frente a la postura del PP, sin planteamientos claros y convincentes para el contingente acrecentado de los más débiles tras las enormes pérdidas de empleo y patrimonio, que ya se vislumbran como efectos retardados por la ausencia del más mínimo sentido social en las políticas desarrolladas por Aznar en urbanismo y vivienda durante ocho años entre 1996-2004.
La catarsis parece inevitable pese a la subsistencia de las legendarias dos Españas. Mientras los jubilados, especuladores, integristas católicos, altos funcionarios, gentes más temerosas, inseguras, menos competitivas, la mayoría de emigrantes españoles en América y privilegiados desde el franquismo se identifican más con la regresión del PP, la esperanza que vende Zapatero prende en jóvenes en busca de su futuro, empleados cualificados, pequeños empresarios, profesionales libres, casi todos los emigrantes españoles en Europa, docentes y estudiantes.
Con una franja todavía del 20% de indecisos, si antes del 9 de marzo no ocurre algún ‘choque de trenes’ que pueda subvertir la actual débil tendencia, todo parece indicar, pues, que el PSOE revalidará su actual mayoría relativa inserto en la más pura tradición de la socialdemocracia europea. Como en el caso de Obama, en Estados Unidos, la innovación, la ciencia, la cultura, el arte y la literatura ya se han pronunciado en apoyo a Zapatero.
El algodón no engaña pero los españoles suelen hacerlo en las encuestas para no dar pistas a los políticos en liza, en este caso un brillante fedatario público de 52 años y un discreto profesor universitario, sin plaza en propiedad, con 47. El mundo al revés, de nuevo, en palabras de Eduardo Galeano.