Opinión

Educación y anarquismo

 Que la gente se emancipe por si misma” Bakunin“Educar para la patria es educar contra la vida del prójimo, contra el amor de la humanidad, de la vida, de la razón y la justicia.”La Protesta, 6 de julio de 1906 He reiterado en varias oportunidades que mi padre se acercó, teniendo catorce años, al anarquismo. Lo descubrió aquí, en Argentina.
Educación y anarquismo
 Que la gente se emancipe por si misma”
Bakunin

“Educar para la patria es educar contra la vida del prójimo, contra el amor de la humanidad, de la vida, de la razón y la justicia.”
La Protesta, 6 de julio de 1906

He reiterado en varias oportunidades que mi padre se acercó, teniendo catorce años, al anarquismo. Lo descubrió aquí, en Argentina. Descubrió al príncipe Kropotkine y a Proudhon. En su Galicia todo era trabajo, sumisión al cura,  mirar de lejos y descalzo a los señoritos. Con los años su pensamiento se inclinó hacia el anarquismo individualista. “Soy un librepensador”, decía. “Soy un hombre libre”, sostenía. Y miraba desafiante con sus ojos celestes. En ese hogar fui creciendo, con sus contradicciones, sus sueños, sus utopías. Y, desde ya, una visión idealista e inocente que aún perdura. Mis hermanos mayores concurrieron a la casa de un maestro particular, un maestro que no les hablaba de guerras ni de religiones. Allí aprendieron Lengua, Matemáticas, Geografía e Historia. Se leía poesía, hablaban de los grandes artistas, de los hombres nobles y honestos. De pájaros, de cielos, de bergantines bellos. No existían patrias ni banderas ni héroes.
La educación es emancipación. Implica el reconocimiento de la individualidad de cada alumno: debe instruirse por voluntad propia. En estas aulas sus maestros indicaban la oposición al machismo, al patriarcado. Históricamente abstencionistas señalaban los caminos de la evolución humana, el amor libre. Lo demás eran cuarteles acompasados. Veo en mi biblioteca un ejemplar de 1909: La escuela nueva de J.F. Elslander. Versión española de Anselmo Lorenzo. Publicaciones de La escuela moderna, Barcelona. En su introducción leemos: “Casas feas, patios tristes, aulas sucias, lecciones fastidiosas, trabajo desagradable, castigos...he ahí lo que nuestra mente evoca el recuerdo de la escuela”.
Según los anarquistas un profesor debe ser una persona capaz de cambiar de metodología rápidamente; cada niño es un mundo infinito. No existen reglas que expliquen interacciones. En mi caso debo confesar que el anarquismo me llegó recién a los veinte años a partir de Herbert Read. Fue él quien me abrió el cerebro e hizo sentir que la educación del individuo en una sociedad libre es posible a través del arte. En sus páginas descubrí el verdadero sentido de la poesía, de la música, de la plástica. Filosofía del arte moderno, Al diablo con la cultura, Educación por el arte, Arte, poesía y anarquismo, El hombre robot... algunos de sus libros indispensables para contribuir a formar hombres.
La educación debe entenderse como un arte y el arte es una vivencia personal, por eso el profesor no puede dirigir el proceso de aprendizaje, sino que debe actuar para facilitar, entendiendo que este proceso no puede sino ser personal.
Max Stirner: “La filosofía anarquista entendió la educación como un pilar en la gran tarea regeneradora y fue obsesiva en distinguir al Capital, al Gobierno, a la Iglesia y a la Ignorancia como las cuatro cabezas del monstruo que debían enfrentar, y finalmente suprimir, los suprimidos”.
La educación anarquista critica tanto a la educación estatal (por no permitir un pensamiento crítico que transforme a la sociedad) como a la religiosa (por arremeter contra el pensamiento científico). Además, a ambas por implementarse de manera jerarquizada. Los anarquistas impulsaban la coeducación, tanto sexual como social; dando a entender la necesidad de que la escuela representa a la sociedad y reconociendo la igualdad entre la mujer y el hombre. Fue vanguardia dentro de los movimientos sociales.
Francisco Ferrer i Guardia –educador y pedagogo catalán de principios de siglo XX y fundador de la Escuela Moderna de Barcelona– fue uno de los principales referentes de la pedagogía libertaria. Llevó a la práctica una concepción racionalista, donde la ciencia positiva tomaría el lugar de los dogmatismos religiosos, ya que se podía experimentar y corroborar. En la Escuela Moderna se llevan adelante ideas higienistas como la prevención de enfermedades; además, se implementaron juegos, ejercicios físicos, paseos a fábricas o a los espacios verdes. Se abolieron los exámenes, el sistema de premios y castigos; además se buscó estimular valores como la bondad, la solidaridad y el compañerismo.
Hubo varias experiencias en nuestro territorio que lograron ver la luz en la práctica. Las primeras fueron la Escuela Libertaria ‘Los Corrales’ de Parque Patricios (1900-1901) y la Escuela Laica de Lanús (1906). La poca duración del proyecto será una constante, principalmente por el difícil mantenimiento financiero autogestionario. También existieron otros motivos: la falta de maestros calificados (pedagogos racionalistas y ácratas), la falta de infraestructura adecuada para una escuela, el poco apoyo de la comunidad anarquista en general, las polémicas internas, las sucesivas censuras y arrestos...
Julio Barcos fue un pedagogo anarquista de principios de siglo. Criticaba a las escuelas argentinas por impulsar el egoísmo, el materialismo y la competencia. Fue maestro y director de la principal escuela libertaria de aquella época, la Escuela Moderna de Buenos Aires; emulaba lo hecho por Ferrer en Barcelona.
Había otras escuelas libertarias (siempre con los títulos de laica, racionales, integrales) y otras prácticas educativas que exceden las paredes de la escuela: asociaciones, círculos, bibliotecas, ateneos, centros culturales, publicaciones. El punto en común era la crítica hacia el monopolio de la enseñanza por parte del Estado, asegurando que reproducía las desigualdades sociales y difundía una educación patriótica y nacionalista.
Hace aproximadamente doce años conocí en la Galería Sargadelos, Santiago de Compostela, a Manuel Rivas. Me lo presentó un amigo común, el noble e inteligente lector Manuel Suárez Suárez (Además de periodista, amante de Montevideo y de Gardel). Había leído varios cuentos de Rivas, pero uno me pareció excelente: La lengua de las mariposas. Quien desee conocer cómo era la escuela libertaria (una educación natural y enaltecedora) en este relato puede encontrar su esencia. Como también aquello que el Estado fomenta: bajeza, resentimiento, rencor, hipocresía, culpa, delación...