Opinión

Deportación

Ya he dicho en ocasiones que la Galicia emigrante de América, que es mayoría en este semanario, puede tener idealizada su tierra natal y por extensión, la vieja Europa. Recuerdan Vigo, de dónde zarparon sus padres, y la imaginan como un retrato de pujante vanguardia.
Ya he dicho en ocasiones que la Galicia emigrante de América, que es mayoría en este semanario, puede tener idealizada su tierra natal y por extensión, la vieja Europa. Recuerdan Vigo, de dónde zarparon sus padres, y la imaginan como un retrato de pujante vanguardia. En esta ciudad, rica y con grandes proyectos, desde hace un tiempo se mueren los pobres en la misma calle y nos desayunamos con noticias de algún desgraciado que yace sin aliento en un jardín público. Esto sucede porque desde hace unos años los políticos se pelean por dónde colocar un albergue para estos ciudadanos. Sucede con un gobierno municipal de esos que se llaman progresistas. El de la Xunta, al contrario, es más caritativo: ha dispuesto el dinero público para dar cama caliente a esa suerte de esnobs que juegan a vagabundos por horas llamados peregrinos, turistas a los que pagamos el hotel. Cualquier monte del mundo es más recogido para caminar y pensar que ‘el Camino’. En Vigo, las noticias sobre este asunto del albergue son abundantes pero se ciñen a la discusión entre los partidos, no al fondo de los que sufren por nuestra abundancia. Es el mismo discurso de los periodistas que hablan de las deportaciones de gitanos en Francia, que dedican sus páginas al enfrentamiento entre los gobiernos de París y Bruselas y no han dicho una palabra sobre lo único importante: lo inaceptable del racismo y la demagogia en torno a la palabra libertad. Esta es la Europa, querido lector, que pretende dar lecciones al mundo.