Opinión

Una década del 11/S

A una década del 11/S se hace evidente la transformación de la geopolítica mundial. Los atentados en las Torres Gemelas parecieron anunciar una guerra asimétrica contra el terrorismo global que, a día de hoy, parece desvanecerse dentro de una dinámica de conflictos esparcidos en un cambiante mapa de poder global.
A una década del 11/S se hace evidente la transformación de la geopolítica mundial. Los atentados en las Torres Gemelas parecieron anunciar una guerra asimétrica contra el terrorismo global que, a día de hoy, parece desvanecerse dentro de una dinámica de conflictos esparcidos en un cambiante mapa de poder global.
    En la actualidad, Al Qaeda no parece ofrecer el nivel de amenaza y riesgo que confirió con sus atentados el 11/S de 2001. Su principal líder, Osama ben Laden, fue abatido en mayo pasado en una operación secreta en Pakistán, a los que le han seguido posteriormente algunos otros altos cargos de la red terrorista. Si bien desde 2001, Al Qaeda ha logrado asestar golpes mortales en ciudades como Madrid, Londres, Estambul o Bombay, su capacidad de actuación se muestra seriamente restringida. La red, cada vez más, parece descentralizada, sin mando unificado, y con dificultades para contraatacar.
    El mundo post-11/S también ha dejado sendas guerras en Afganistán e Irak que han modificado unilateralmente los parámetros del poder internacional, así como una impunidad en materia de violación de derechos humanos liderada por Estados Unidos (EEUU) y su entonces presidente George W. Bush, y que tiene en la base militar de Guantánamo a su símbolo más notorio. Ni siquiera las promesas del actual presidente Barack Obama han logrado asestar un giro radical en la diplomacia estadounidense, menos unilateral e intervencionista.
    Del mismo modo, el fracaso político ha sido la tónica entre los principales contrincantes post-11/S, principalmente EEUU y Al Qaeda. Washington aprovechó los atentados para consolidar su supremacía global, con intervenciones militares y una política unilateral que se ha ganado la desconfianza y el rechazo a nivel global.
El ascenso de potencias emergentes como China, Brasil e India es una consecuencia indirecta del 11/S, aunque su evolución igualmente se certificaría si no se cometieran aquellos atentados terroristas en Nueva York. Hoy se habla de la inevitable decadencia e la supremacía de EEUU cuando, paradójicamente, el 11/S parecía vertebrar una estrategia orientada a consolidar por la fuerza el dominio global de Washington.
    Tampoco la ideología salafistayihadista de Al Qaeda logró asentarse en el mundo musulmán. Ningún gobierno ni movimiento político en el mundo islámico ha legitimado la estrategia política de Al Qaeda. Los cambios políticos que actualmente ocurren en el mundo árabe no tienen absolutamente ningún tipo de relación con el legado de Bin Laden.
En este sentido, tanto Washington como la red terrorista del desaparecido Osama Bin Laden han cosechado importantes fracasos políticos mientras el mundo se apresta a abrir otra década, con nuevos actores y desafíos pero con conflictos y problemas de vieja data aún sin resolver. La primera década del 11/S deja un mundo más complejo, en el cual ya prácticamente se descarta al terrorismo global de Al Qaeda como una amenaza prioritaria. La crisis económica capitalista es la que está ciertamente ocupando la atención del mundo, otra consecuencia indirecta y paradójica del mundo post-11/S.