Opinión

Controladores

Es cierto, de entrada, que la huelga de los controladores aéreos es un abuso de poder contra millones de víctimas y contra el propio Estado. Es injusto que unos trabajadores sean apaleados literalmente por la policía cuando cortan una carretera para pedir un trabajo digno –o simplemente un trabajo– y estos tipos se paseen por un hotel madrileño mientras cierran el espacio aéreo por una causa, la suya, totalmente privada.
Es cierto, de entrada, que la huelga de los controladores aéreos es un abuso de poder contra millones de víctimas y contra el propio Estado. Es injusto que unos trabajadores sean apaleados literalmente por la policía cuando cortan una carretera para pedir un trabajo digno –o simplemente un trabajo– y estos tipos se paseen por un hotel madrileño mientras cierran el espacio aéreo por una causa, la suya, totalmente privada. Haga lo que haga el hipócrita Gobierno español, será poco, muy poco, en comparación con el castigo al que somete a la mayoría de los trabajadores de este país. Si esto sucediera en uno de esos países que tanto desprecian los grandes medios españoles, se diría que es propio de naciones sin estabilidad política o se llegaría a decir que es culpa del propio ejecutivo. Estoy de acuerdo en toda crítica y toda sanción a estos controladores (incluida la cárcel, desde el punto de vista del pulso al Estado y a la ciudadanía) pero hay un punto de exageración y de odio que me parece desproporcionado, y me explico. A los controladores se les odia exageradamente desde antes de esta huelga. Una parte de ese rencor es por su alto sueldo, pero ese resentimiento no se extiende a sinvergüenzas de mucho mayor calibre como los políticos corruptos, empresarios defraudadores, especuladores o explotadores. A estos se les detesta menos porque tenemos tan interiorizado el complejo de clase en el capitalismo que asumimos como una ley natural que ‘los de arriba’ nos pueden despellejar. Por eso desahogamos despellejando a un trabajador millonario, un traidor.