Opinión

Un compromiso

Es difícil muchas veces –y en demasiadas ocasiones– hilvanar unas palabras especialmente cuando el ser humano se empeña, con un ahínco sorprendente y una pasión desmesurada, en acabar con todo aquello que signifique libertad.
Es difícil muchas veces –y en demasiadas ocasiones– hilvanar unas palabras especialmente cuando el ser humano se empeña, con un ahínco sorprendente y una pasión desmesurada, en acabar con todo aquello que signifique libertad.
¿Sería posible creer que el barro con el cual fuimos hechos estaba desde el principio contaminado de partículas de odio?
En ‘Cartas a un amigo alemán’, las expresiones dichas por el autor de ‘El extranjero’ y ‘La peste’, entre otras profundas obras literarias del creador francés, pueden tener diversas interpretaciones, pero de lo que no nos cabe duda, es de que Albert Camus intentó, en la medida de las posibilidades de un ser comprometido, entender las amargas circunstancias que lo rodean, y así releemos una vez más un canto a la esperanza para los seres humanos que no acabamos de encontrar la razón primordial de la propia existencia compartida: “... Yo he elegido la justicia para permanecer fiel a la tierra. Sigo creyendo que este mundo no tiene un sentido superior. Pero sé que algo en él tiene causa, y es el hombre, porque es el único ser que exige tener una. Esta heredad guarda al menos la verdad del hombre y es misión nuestra dotarle de causas contra el propio destino. Y es la humanidad a la que hay que salvar si queremos amparar la idea forjada de la vida en toda su magnitud”.
“¿Qué es salvar al hombre?” No es mutilarlo ni dejarlo sin el amparo de la justicia y el compendio de sus propias ideas por encima de cualquier otro compromiso moral.
La empinada cuesta de la vida es, la mayoría de las veces, demasiado dura para que un mortal solo pueda subirla. Necesita ayuda. Existen –bien es cierto– seres extraordinarios que sin apoyo de nadie, han hecho obras grandiosas, pero son los menos. Nosotros –yo, el escribidor, por ejemplo– para luchar necesitamos, como el lisiado, apoyarnos en algo sólido: la experiencia de los que nos han precedido basada en el ejemplo de la dignidad humana, aquella nacida de su don más precioso: la libertad.
Sin ella, el pensamiento, cuya base es la escritura y la palabra, la humanidad estaría en los albores de la Baja Edad Media. Y si hoy estamos donde estamos, en medio de un progreso de valores sostenidos, es porque hombres y mujeres imbuidos de coraje han abierto rendijas con sus propias manos entre los siglos más oscuros, para enseñarnos la luz de la emancipación.