Opinión

Cocina Gallega

Escribo esta nota el 17 de mayo, Día das Letras Galegas, este año dedicado a Valentín Paz-Andrade.

Escribo esta nota el 17 de mayo, Día das Letras Galegas, este año dedicado a Valentín Paz-Andrade. A raíz de un comentario de este cocinero, diciendo que se tomó otro 17 de mayo, pero de 1863, cuando se publica en La Habana ‘Cantares Gallegos’ de Rosalía de Castro, para determinar la fecha de celebración de nuestra literatura (que bueno ser nativo de un país que celebra la creación artística, y no el éxito de una batalla); desde Vigo, la buena amiga María Xose Porteiro corrige aclarando que el libro se publica por primera vez en esa ciudad-puerto, tan entrañable para los emigrantes. Agradezco el dato, pero entiendo que en esos últimos años del siglo XIX la enorme tarea cultural desarrollada en la diáspora repercutía de manera decisiva en el territorio de Galicia. La Habana, México, Montevideo y Buenos Aires eran los lugares donde la voz de los gallegos se hacia oír con más fuerza. En ese contexto, vía correo electrónico del poeta y promotor cultural Rodolfo Alonso (gallego nacido en Buenos Aires), me llega un artículo de opinión publicado en la revista Ñ del periódico Clarín, con el título de ‘La voz gallega de Juanele’, y este copete: “Rodolfo Alonso recuerda aquí un poema donde el maestro Juan L. Ortiz trabajó con la lengua de Galicia”. Emocionante. Si la memoria no me engaña, otro poeta argentino, por amor a una compañera de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, de apellido Bosco, escribió unos poemas en gallego como homenaje a su enamorada. Pero en el artículo de referencia, Alonso nos habla de Juanele, el cantor de Gualeguay, fluvial e intenso como a nosa chuvia miudiña, melodioso como nuestros innumerables ríos. “Originalmente simbolista y libertario, sin perder mucho de ambas vertientes su vida y su poesía, que eran la misma cosa, fueron derivando luego, con mansedumbre y fortaleza, como las aguas pardas del gran río que siempre lo acunó, al mismo tiempo a un panteísmo casi budista y a una visión de la experiencia comunista que se convertía más bien en una comunión universal, donde los hombres no solo se reconciliaban entre sí sino también con la naturaleza, los animales, las plantas, los árboles y el cosmos”. Los libros suelen recorrer caminos insospechados. Aunque Ortiz casi no salió de su pueblo, y publicó, de manera personal, en ediciones artesanales donde invariablemente la tipografía era minúscula, y el apoyo de la industria o agentes de prensa nulo, este servidor accedió a su poesía sin tener noticias previas de su existencia, por un ejemplar tomado al azar de la mesa de una librería de saldos en Bogotá, donde predominaban los libros editados por la editorial ‘Oveja Negra’. Tal vez por haber nacido a veinte metros del río Sil, y chapoteado entre los juncos que crecían en el remansiño a tiro de honda de San Clodio, me atrapó enseguida su poesía. Pero lo que destaca Alonso en su artículo es que “en uno de sus poemas, tan originales, aparecía reiteradamente vivo y fluido, enhebrado con su castellano más que personal, el luminoso idioma de Galicia, de la cual nunca le oí hablar y con la cual nunca supe que hubiera tenido alguna relación, que ahora se me hace evidente. (…) en su bello texto, obviamente como consecuencia del contacto con una “mujer o niña”, resplandece de nuevo aquella misma lengua gallega en la cual cantaron hace siglos los indelebles trovadores galaico-portugueses. Se interroga allí Ortiz, a poco de empezar: “y de donde esos ojos? / Venían, ciertamente, de las ‘veigas’ que los vieron / mojar sombras de ‘paxariños’, / allá, / entre pestañas de ‘herbiñas”. Y el poema continua desarrollándose con intensa levedad, con delicada hondura. Y nosotros que tanto lo admiramos, y especialmente a mí, que soy hijo de gallegos y de infancia bilingüe, me quedará siempre como dolorosa demanda sin respuesta el no haber sabido preguntarle a tiempo cómo se había gestado este milagro, de poesía y de vida…”. Y concluye nuestro poeta, gallego hijo: “Me resulta profundamente conmovedor, no solo el tono, la densidad, el timbre con que esos diminutivos, y esas eñes tan constitutivas, orgánicas de la lengua gallega se incorporan, natural, íntimamente, con el peculiar castellano del gran poeta, sino, también, la no menos sutil calidad con que  además conviven allí esas aguas, ese verdín, esas algas, ese “mojar sombras” que tan nítida y tan honrosamente se integran con los mitos y símbolos que tan bien representan, como bella metáfora, la belleza húmeda y verde de la tierra gallega, mojada por el mar y las cien lluvias”. Vamos a la cocina pensando cómo también el enorme andaluz García Lorca fue seducido por nuestra antigua, dulce lengua, y escribió sus seis maravillosos poemas Galegos.  


Guiso de lentejas-Ingredientes: 500 grs. de lentejas, 1 chorizo tipo cantimpalo, 2 zanahorias, 2 cebollas, 1 diente de ajo, sal, pimienta, 1 cucharada de pimentón, 3 cucharadas de aceite de oliva.


Preparación: Cocer las lentejas cubiertas de agua con las zanahorias cortadas en rodajas finas, y los chorizos picados. Añadir la sal y la pimienta. Dejar cocer a fuego lento durante una hora, y añadir un sofrito con la cebolla, el ajo y el pimentón. Revolver y cocinar diez minutos más. Dejar reposar y servir.