Opinión

Charles Osborne, Wilhelm Richard Wagner y su bicentenario

“Cuando, incapaz de decir palabra, salí del ‘Festspielhaus’, supe que se me había revelado lo más grande, lo más doliente, y que lo llevaría conmigo, inviolado, toda mi vida”, escribió el compositor Gustav Mahler en su carta a un amigo, escrita después del estreno de Parsifal, en 1883. Richard Wagner nació en 1813 –henos ya ante el bicentenario de su nacimiento– en Leipzig el 22 de mayo.
Charles Osborne, Wilhelm Richard Wagner y su bicentenario

“Cuando, incapaz de decir palabra, salí del ‘Festspielhaus’, supe que se me había revelado lo más grande, lo más doliente, y que lo llevaría conmigo, inviolado, toda mi vida”, escribió el compositor Gustav Mahler en su carta a un amigo, escrita después del estreno de Parsifal, en 1883. Richard Wagner nació en 1813 –henos ya ante el bicentenario de su nacimiento– en Leipzig el 22 de mayo. Muy joven, se estimó tanto poeta y escritor como músico. En 1833 concluyó su primera ópera. Las Hadas, y tres años después estrenó La prohibición de amar en Magdeburgo. Ese mismo año se casó con la cantante Minna Planer y, luego de algunos meses, se instaló en Riga con un cargo de director orquestal. Sus innovadoras teorías musicales y el acoso de sus acreedores le forzaron a huir. Ya en París, Wagner vivió una época de enormes penurias económicas y fracasó en su tentativa de estrenar alguna de sus obras. Rivalidó con Meyerbeer hasta el extremo de fomentar en él aquel radicalismo antisemita que persistiría durante toda su vida, explicitado en su folleto El judaísmo en la música.
Con la representación de su ópera Rienzi en Dresde en 1842 alcanzó el reconocimiento artístico. Al año siguiente fue nombrado maestro de capilla vitalicio de la corte de Sajonia: compuso El holandés errante, primero de sus relevantes “dramas musicales”. Merced a Tannhäuser –obra cuya inspiración reside en las leyendas medievales germanas– avanzó todavía más en pos de la definición de un lenguaje musical y poético propio. Comprometido con la revolución liberal de Dresde, en 1849 se vio obligado a exiliarse. Al cabo de un año se estrenó en Weimar Lohengrin bajo la dirección de Franz Liszt. El amor por Matilde Wesendok fue su musa para la creación de Tristán e Isolda en 1854, hito fundamental del Romanticismo alemán. En 1862 Wagner y Minna Planer se separaron definitivamente, mientras el maestro comenzó sus relaciones con Cosima von Bülow. El compositor logró la protección del rey Ludwing (Luis II) de Baviera, patológico entusiasta de toda su obra. En 1869 trabó amistad con el filósofo Friedrich Nietzsche, al tiempo que en Munich estrenaba El oro del Rhin, primer título de su monumental tetralogía El anillo del Nibelungo. Ya en 1870 se representó La Walquiria, el mismo año en que Wagner y Cosima contrajeron matrimonio. Tras dos años se iniciaron las obras del célebre teatro de Bayreuth, diseñado ad hoc según las necesidades estéticas de la idea wagneriana. El escenario donde se estrenó, en 1882, el postrer “drama musical” de Richard Wagner: Parsifal. El 13 de febrero de 1883 –al cabo de un año– el famoso compositor alemán falleció súbitamente en su amada Venecia.
Charles Osborne –asimismo biógrafo de Giuseppe Verdi– es el autor de Wagner, ‘Salvat Editores, S. A.’, Barcelona, 1985. Se trata de una versión española de la obra original inglesa Wagner and his world, publicada por ‘Thames and Hudson, Ltd.’ de Londres. Lincoln R. Maiztegui Casas fue responsable de su traducción del inglés. “Desde Nietzsche lo discutido es el ‘fenómeno Wagner’ en su totalidad, el hombre, el pensador, el político, el metomentodo, el portavoz de ese siglo XIX vivido intensamente desde la hora natal en Leipzig– con Napoleón Bonaparte librando ante la ciudad sajona la batalla crucial de su ocaso– hasta la muerte veneciana en 1883”, subraya Ángel Fernando Mayo en su ‘Prólogo’ ‘Variaciones sobre el caso Wagner’. El texto –con numerosas imágenes y reproducciones– de Charles Osborne culmina con su pertinente ‘cronología’, ‘testimonios’ y sinóptica ‘bibliografía’. “Ante todo, quiero deciros que os debo el mayor goce musical que jamás haya experimentado”, escribió Baudelaire el 17 de febrero de 1860.