Opinión

“O Castelo da Lúa”, leyenda del mar de Rianxo

La historia medieval de la villa de Rianxo, provincia de A Coruña, atesora fantásticos arcos y torres, rastrillos y secretos pasadizos de un vetusto castillo, cuyas ruinas esconden su esplendoroso pasado en medio de la espesura secular sobre una de las colinas cercanas a la playa.
“O Castelo da Lúa”, leyenda del mar de Rianxo
La historia medieval de la villa de Rianxo, provincia de A Coruña, atesora fantásticos arcos y torres, rastrillos y secretos pasadizos de un vetusto castillo, cuyas ruinas esconden su esplendoroso pasado en medio de la espesura secular sobre una de las colinas cercanas a la playa. Todavía recuerdan los más ancianos del lugar algún que otro romance –alrededor del fuego que chisporrotea en la “lareira”– que cuenta aquella leyenda titulada “El castillo de la luna”. Dueños del mismo eran los caballeros de la Orden del Temple, quienes lo habían edificado. Fruto de aquellas batallas fue la cautividad de una bella muchacha comparable a las “ondinas”, novias del mar. Esta doncella era hija del señor feudal que había sido humillado con la derrota. En el castillo un elegante caballero se hallaba curando sus heridas, enamorado de la joven, que a su vez lo correspondía entre plegarias y suspiros a favor de la vida del guerrero. Con la ayuda de uno de los “mesnaderos” del señor templario los prisioneros, curados ya de sus heridas, fueron a la búsqueda de su libertad.
Luces y sombras creadas por la luna entregaban la benéfica penumbra sobre las aguas de la ría “rianxeira”. Por uno de los pasadizos salieron a la playa y se embarcaron en un bote que los aguardaba. La embarcación del amor surcaba los instantes nacidos de nocturnas fantasías bajo la luz que rielaba entre los plateados festones de la luna. Súbitamente la señal del centinela cortó el silencio nocturno. Tropel de guerreros coronaban las almenas: gritos y amenazas y ballestas. Tres dardos mortales encontraron el pecho del arrojado doncel. Las espumosas olas le regalaron su acuática tumba, mientras la diosa Selene veló su cuerpo merced a un crespón de sombra. La doncella, gritando estremecedoramente, abrió su alma al dolor, al delirio, a la maldición. Y se lanzó al mar de Rianxo en su imposible desesperación.
Al siguiente día las “ondas do mar” donaron a las riberas de la playa ambos cuerpos enamorados y abrazados como si hubieran deseado silenciar sus palabras destinadas al corazón. O acaso regalarnos el testimonio ante el definitivo adiós y ya sin esperanzas de salvar sus vidas. Y la leyenda relata que, a partir de aquel entonces, todas las noches de luna un haz de sus hermosos rayos se posaba y con su luz velaba la líquida sepultura de los amantes. Y que, a la hora del alba, enrojecía con funesto fulgor aquellos blasones que exhibía el castillo del caballero de la Orden del Temple.
Mediante “coplas” transmitidas de boca en boca los habitantes de la villa “rianxeira” fueron armando la urdimbre de esta narración, también contada y cantada por los viejos juglares de la Edad Media. La tragedia de aquel castillo no impidió que los rayos lunares besaran, como al principio, la losa marina que dulcemente cobija el episodio de amor de los jóvenes enamorados. Y dicen que la leyenda dice cómo aquella postrera maldición de la doncella causó la destrucción de aquel castillo, cuyas ruinas aún hoy los “rianxeiros” conocen por el nombre de “O Castelo da Lúa”. El ensayista gallego Leandro Carré Alvarellos –en su obra Las leyendas tradicionales gallegas, Espasa-Calpe, Madrid, 1983– anota: “Esta leyenda me fue enviada por Cándido Alfonso González, mi buen amigo, el año 1951”.