Opinión

La cantante, Bretaña y Le Pen

Aprendí a amar el universo, a odiar las fronteras¿Es un motivo para avergonzarme de que en mi corazón suba la emoción,cuando mis pies pisan un suelo familiar en tierras de Armórica? La cantante francesa Nolwenn Leroy debería haber contestado a sus detractores con la letra de esta canción ‘Volver a Bretaña’, de los artistas bretones Alan Stivell y
La cantante, Bretaña y Le Pen
Aprendí a amar el universo, a odiar las fronteras
¿Es un motivo para avergonzarme de que en mi corazón suba la emoción,
cuando mis pies pisan un suelo familiar en tierras de Armórica?
 
La cantante francesa Nolwenn Leroy debería haber contestado a sus detractores con la letra de esta canción ‘Volver a Bretaña’, de los artistas bretones Alan Stivell y Pierre Grosz, que cierra su último trabajo titulado ‘Bretona’. El disco salió a finales del año pasado sin demasiada promoción. La polémica estalló tres meses después, cuando superó en marzo el medio millón de ejemplares vendidos, una cifra casi inesperada en estos tiempos de crisis en la industria discográfica. Ahí fue cuando la prensa nacional francesa empezó a dedicar amplios espacios a ‘Bretona’, un disco con el que esta ganadora del equivalente de Operación Triunfo en 2002 trató no sólo de acercarse a sus raíces bretonas sino de dar un nuevo impulso a su carrera, que estaba de capa caída desde el fracaso comercial de su disco anterior.
A todos los bretones no les cayó bien que la ganadora de un programa tan popular y comercial se aprovechara de las canciones del repertorio tradicional para reactivar su carrera, interpretando algunos temas incluso en bretón, un idioma que desconoce, como ella misma lo admitió. Entre ellos el himno bretón ‘Bro gozh va zadou’ (viejo país de mis padres), contemporáneo del nuestro. No entraré en el debate sobre la calidad de las interpretaciones. Me limitaré a decir que las canciones que más me convencieron son las que compuso Miossec, un cantante que abandonó su Bretaña natal para emprender hace casi 20 años una carrera nacional y que pasó por mi ciudad natal suiza de Delémont para participar en la última edición del festival Horizons Rock que organicé en 1995. ‘Tonnerre de Brest’, un precioso testimonio sobre el destierro, así como ‘Jamás seré tu parisina’, que simboliza la resistencia de la identidad bretona en un ambiente tan hostil como la capital francesa, son los dos temas en francés de Nolwenn Leroy que más sedujeron al miembro de la diáspora celta de la que formo parte, como la cantante, por cierto.
Pero estoy seguro que muchos de los bretones que estaban disconformes con el disco de Nolwenn Leroy se indignaron todavía más cuando se enteraron del trato que le dieron los medios de comunicación nacionales. Menciono brevemente el popular programa Chabada del canal estatal France3 que invitó a la cantante morena de ojos azules en plan folklórico, junto a Alan Stivell, cuyo ojos exorbitados daban la impresión de que estaba totalmente alucinado por la imagen retrógrada y surrealista que la televisión nacional daba de su país.
Hubo cosas peores. Algunos críticos se atrevieron a decir que el disco olía a “boñiga”. La revista ‘Elle’ no dudó en comparar el éxito de ‘Bretona’ con el auge actual de la extrema derecha en Francia. El Frente Nacional podría volver a pasar a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del año que viene, según las encuestas. “En un mundo en el que se están borrando las barreras, los límites (y los limitados) se multiplican. Hay que meditar esta idea si no se quiere transformar al partido de Marine Le Pen en el otro éxito del año”, advirtió la responsable de la sección cultura de ‘Elle’, Marion Ruggieri. Cabe recordar que si el apellido de la candidata del Frente Nacional Marine Le Pen es de origen bretón, Bretaña es una de las pocas regiones donde su partido nunca caló profundamente.
La referencia de la elite de la izquierda parisina, el semanario ‘Le Nouvel Observateur’, dedicó un espacio a ‘Bretona’ en una entrega que tenía a Marine Le Pen en portada. El crítico Fabrice Pliskin recuperó el tópico de la oposición entre el universalismo, por supuesto francés, y el regionalismo, en este caso bretón. Se burló de la portada del disco, en la que aparece la cantante disfrazada de bretón cuando tenía cinco años, acusándola de querer mostrar “una prueba genética” de su identidad bretona. Concluyó su crítica con el equivalente de un mal chiste porteño sobre los gallegos. “Nolwenn Leroy es el primer robot de fabricación 100% bretona”.
Tras leer este artículo, ya no me importaba el debate sobre la calidad del disco o las ambiciones comerciales de Nolwenn Leroy. Acabé identificándome con la cantante, que pasó sólo unos periodos de su juventud en Bretaña. Como hijo de gallegos, a mí también me caería muy mal el reproche de que me identifique como gallego, a pesar de haber nacido en Suiza, de no haber vivido nunca en mi país, de hablar mi idioma con un feroz acento francés, sin saber escribirlo.
La cantante respondió al articulista, ofendida. “Mi proyecto jamás ha sido poner en evidencia mis orígenes y colocarme en una esfera de influencia proteccionista en la que sólo se ensalza a los que pueden reivindicar el derecho de suelo”, aseguró. Yo le habría sencillamente aconsejado al periodista que escuchara el disco hasta la última canción.