Opinión

Caixas

Los gallegos nos achacamos a nosotros mismos numerosos defectos y complejos, demasiados teniendo en cuenta cómo hacen otros para vender humo. Pero uno de los mayores retrasos de Galicia y de los que menos se habla con cierta seriedad y autocrítica es el localismo entre las ciudades del país, un problema de más alcance para nuestro futuro económico y social que el de las cacicadas de otros tiempos en los pequeños pueblos.
Los gallegos nos achacamos a nosotros mismos numerosos defectos y complejos, demasiados teniendo en cuenta cómo hacen otros para vender humo. Pero uno de los mayores retrasos de Galicia y de los que menos se habla con cierta seriedad y autocrítica es el localismo entre las ciudades del país, un problema de más alcance para nuestro futuro económico y social que el de las cacicadas de otros tiempos en los pequeños pueblos. Un día es la guerra de los tres aeropuertos, otro día es el derroche para contentar a los puertos y al siguiente es un pelea entre las dos cajas de ahorros –entre sus caducos dirigentes, habría que decir afinando un poco– para ver quién despilfarra más dinero de la obra social en exposiciones y museos en la ciudad ‘enemiga’ que para nada sirven a una Autonomía con prioridades acuciantes. O el carácter pueblerino de aquellos periódicos que atizan a sus lectores haciendo el caldo gordo al alcalde de turno más pendiente de la reelección que de ser útil. En ningún caso, estos tipos mezquinos que juegan a ver quién la tiene más grande responden a la Razón, con mayúsculas, y atienden a la vanidad y el mantenimiento de su feudo, al electoralismo municipal, etc. Por eso es tan importante abrir un debate serio sobre un tema que no está llegando con claridad a la opinión pública: la posible fusión de las cajas de ahorro de Galicia, que no olvidemos que son de inspiración pública. La forma en que se emprenda esta operación será uno de los mejores modos de conocer si hemos evolucionado algo desde aquellos caciquiños de aldea o era todo humo.