Opinión

Cabo de miedo

Sí, caro lector, está usted en lo cierto. El título corresponde a una película de Martín Scorsese. Siempre la recomiendo. El mundo, la sociedad, los afectos, están en esa atmósfera que el director supo imprimir con vuelo, con sensibilidad, con talento.Usted y yo nos llevamos bien, entendemos bastante qué está sucediendo en el universo. Porque ambos analizamos intentando poner racionalidad y estudio.
Sí, caro lector, está usted en lo cierto. El título corresponde a una película de Martín Scorsese. Siempre la recomiendo. El mundo, la sociedad, los afectos, están en esa atmósfera que el director supo imprimir con vuelo, con sensibilidad, con talento.
Usted y yo nos llevamos bien, entendemos bastante qué está sucediendo en el universo. Porque ambos analizamos intentando poner racionalidad y estudio. ¿Eso basta? No, pero no es poco. Ante la irracionalidad, las tribus urbanas, el populismo, la demagogia, lo chabacano y la crisis es algo.
Ambos sabemos que la economía de China superará en algunas décadas a la de Estados Unidos. Y que Europa comenzará a caer en decadencia. Ambos sabemos que todo se acelera. La globalización tiene también eso. Sabemos asimismo que en Japón continúan las bases norteamericanas, lo mismo que en Corea del Sur. Que hay miles y miles de hombres y misiles nucleares. Que aparecen filtraciones nucleares en Japón y la posibilidad de defaults en el mundo desarrollado. Y, que de todas formas, el liderazgo científico-tecnológico estará en Estados Unidos.
La historia tiene algunos referencias que podemos analizar. En 1904 Trostky escribe: “Los métodos de Lenin conducen a esto: en primer lugar, la organización partidaria sustituye al partido; luego, el Comité Central sustituye a la organización y, por último, un único “dictador” sustituye al Comité”. Claro como el agua. No debemos preocuparnos, querido lector. Esto pasó hace mucho tiempo y muy lejos. A nosotros no nos toca. A nosotros no nos toca nada, somos argentinos. Además, tanto usted como yo somos socialistas libertarios. Es decir, somos el último orejón del tarro.
En nuestros días la revolución se hace con palabras. Se construye un pensamiento con palabras desde un despacho oficial o desde una zona elegante, en oficinas o departamentos fastuosos. Desde el mundo del rock con automóviles de lujo, con canciones de protesta en circuitos cerrados. Desde lugares míticos del poder y la riqueza los nuevos revolucionarios, vestidos de joggings o con trajes de marca, hablan (¡Oh, Buenaventura Durruti, cuánto dolor!) de oligarquía, de monopolios, de pobreza. Son tópicos de un nacionalismo populista con un nuevo agregado. Digamos con facilidad: desfachatado. Se polariza desde la ignorancia, la subordinación, lo degradado. Tenemos seres indignos, sin ética, sin formación. Lo de abajo es confuso y plebiscitado. Legítimo todo: fachada y contrafrente; el contrasentido sigue generando rentas, negociados y pertenencia.
Pero usted debe preguntarse ¿Por qué, Penelas, le puso este título al artículo? Bueno, haga un pequeño esfuerzo. Lea entre líneas, busque textos clásicos, piense en Malatesta, relea La propiedad es un robo. Yo no puedo hacer todo, soy un pobre poeta que vive de sus clases y está cada día más solitario, más ignorado, más marginado. Bueno, sin caer en la victimización.
La masa está ligada al opresor. Es claro, es histórico, es hegeliano. No se ve, desde hace siglos que no se ve. Surge el entusiasmo y el fanatismo por las insignias, por los emblemas, por las banderas. Surgen los gritos a coro. Y altares, simbologías, mistificaciones. No creen en el sometimiento ni le interesa que se les abra los ojos. Prefieren el engaño, la mentira. Prefieren la veneración a la crítica. Detestan que les adviertan, que les tiren ídolos, que les señalen la corrupción, la hipocresía, la vulgaridad del mito. A la masificación nada le pertenece, pero prefiere vivir así, y luego, engañarse con otra cosa. El engaño siempre es un consuelo para la gente. El hombre que lee está siempre solo. Y a veces, para no estarlo busca la adhesión de la masa. Se desintegra en una insignia, en un coro, en un rinoceronte. Luego a pensar en Burberry, en los chavs, los scallies, los cumbieros o los turros. No los turros de Hebe, esos son otros.
Es importante ver las tumbas. Las tumbas de ciertos hombres. No hablemos de aquellos que desearon ser incinerados y que arrojaran sus cenizas al mar o en el campo. Ni de aquellos que el culto funerario les causa desprecio por un sistema opresor y enfermo. Comparemos la tumba de la Madre Teresa o la de Gandhi. La de Luther King o la de Marx, la de Borges o la de Illia; la de Lugones, cuyo ataúd aun permanece oculto en una bóveda de Recoleta muy cerca de la entrada principal. Comparemos con los mausoleos realizados o por levantar, por los proyectados, por los faraónicos costos y lo pusilánime de sus seguidores. Son lecturas, amigo, lecturas como la de las cuentas bancarias en Suiza, como la de los departamentos, como la de los palacios, como la de los country. Lecturas de una sociedad, lecturas políticas de una comprobación. Y que no se quiere ver. Estos caballeros hablan de pobreza y de cambios sociales. (Camarada Bakunin, no desesperes).
La bola negra de hierro, de forma irregular, con una cadena y un grillete al pie que usaban los esclavos en los Estados Unidos para que no escaparan de los campos de algodón los amos la denominaban “blackberry” (cereza negra). ¿Le suena, amigo? ¿Le suena en su tobillo o en los testículos?
Ahora sí, es interesante analizar el film de Scorsese. Nos hará olvidar de tanta podredumbre, de tantos lujos, de tanto orgulloso perdón, de tanta obstinación y terquedad. Gracias, amigo lector, por llegar hasta estas líneas. Salgo a caminar, a fumar mi pipa, a ver una plaza y evocar a Gala, mi recordada boxer. Y pensar en aquel breve ensayo de María Zambrano sobre Don Quijote donde señalaba que estaba poseído, “enajenado por la pasión de libertad y aun de liberar. La libertad es su pasión, que se entrecruza con la pasión de la justicia. Justicia que será siempre libertad; libertad y no igualdad”.