Opinión

Barbudos

Hace unos minutos, haciendo un baile de canales, he visto una escena que retrata la hipocresía de nuestra sociedad y nuestros grandes medios.
Hace unos minutos, haciendo un baile de canales, he visto una escena que retrata la hipocresía de nuestra sociedad y nuestros grandes medios. El tenista Rafa Nadal disputaba la final de un torneo en un pequeño país árabe, de esos que están forrados de petrodólares y que a base de soltar millones se traen a los mejores deportistas del mundo a un lugar donde nadie puede comprarse una raqueta y donde las mujeres son, para no extenderme, un instrumento infrahumano. En esos países no hay más institución que la familia reinante, sin estructura política, legislativa o judicial. Desde el punto de vista económico, son un fraude en todos los sentidos: son intervencionistas pero hacia la propia familia real que ‘posee’ el petróleo a su antojo y, a la vez, se entregan a la especulación del crudo y el ‘mercado’ está encantado. Estos tiranos contribuyen a que la criminal dictadura sionista sobre Palestina aparente ser una causa justa. En medio del segundo set, en plena disputa de un punto, se le da por entrar a un palco enorme a los jeques y se tiene que parar el partido ante el estupor de los jugadores, que no obstante no dejarán de cobrar un pastón. En un arrebato de sinceridad que delata a qué estamos realmente, el comentarista español dice “cualquiera les dice algo a éstos; son los que han pagado todo”. Digo todo esto porque estos días se celebran 50 años de la Revolución cubana, que para mí es el menos malo de los sistemas políticos pero que es machacada a diario por los grandes medios como si fuera un emirato.