Opinión

Avatares y miserias del lumpen

Sin libertad económica no hay libertad política ni progreso social.Peter Chicago Se llama lumpen al sector o estrato que está más abajo del proletariado en la escala social; masa de individuos que no se consideran sujetos a reglas de comportamiento ni a disciplina laboral… No olvidemos que el trabajo es uno de los más eficaces mecanismos para paliar la violencia humana, que el ocio exacerba y potencia, acicateando las
Avatares y miserias del lumpen
Sin libertad económica no hay libertad política ni progreso social.
Peter Chicago
 
Se llama lumpen al sector o estrato que está más abajo del proletariado en la escala social; masa de individuos que no se consideran sujetos a reglas de comportamiento ni a disciplina laboral… No olvidemos que el trabajo es uno de los más eficaces mecanismos para paliar la violencia humana, que el ocio exacerba y potencia, acicateando las necesidades básicas y los anhelos insatisfechos. (En esto último coinciden carcamales reaccionarios y marxistas a la violeta).
Cuando los detentadores del Poder no son capaces –o no se proponen, porque no les interesa– paliar las enormes fracturas de una sociedad como la nuestra, recurren a eufemismos verbales que sólo ocultan la cruda realidad. En tiempos de la dictadura militar –por completo clasista y discriminadora– sus prohombres, secundados por la Derecha, eliminaron de códigos, leyes, reglamentos y disposiciones, las palabras: “obrero”, “proletario” y “operario”, sustituyéndolas por la ambigua y genérica “trabajador”, con lo que no se zanjaron ni morigeraron las diferencias, sino que permanecieron veladas por la semántica. Así, Anacleto Angelini o Sebastián Piñera son tan “trabajadores” como Gumersindo Castillo y la Juana Carrasco (sólo que estos dos últimos viven con el salario mínimo…).
Las primeras imágenes del terremoto, destacadas machaconamente por la prensa y las autoridades municipales y/o políticas del “momiaje”, se manipularon para hacer ver a la ciudadanía el “horror del pillaje y los saqueos protagonizados por el lumpen”. Es decir, el “rotaje ladrón y anárquico” que ponía en jaque al honrado comercio establecido y amenazaba a los pacíficos pobladores propietarios de distintos barrios con invadirlos, como hordas desaforadas y sin ley. (¡Que vengan los militares!, clamaban los indignados ciudadanos).
Pero, ¡oh sorpresa!, sólo un diez por ciento de los latrocinios y ultrajes a la propiedad privada fueron cometidos por el peligroso lumpen. La inmensa mayoría de los robos correspondió a gentes de “clase media baja” o “clase media-media”, es decir, llevados a cabo por los mejores y más fieles clientes consumistas del sistema, donde prevalecen –se supone– los valores que sustenta y promueve la burguesía neoliberal, representada, ideológica y políticamente, por udis y erreenes. La amplia gama de artículos extraídos de tiendas y supermercados calzaba perfectamente con una “liquidación de temporada” de cualquier multitienda: electrodomésticos de última generación, muebles vistosos –más o menos cursis–, lámparas y otros artefactos de última generación, licores finos, ropas de cama, colchones, etc. De alimentos básicos, muy poco. Y es que el sismo remeció el corazón de los anhelos materialistas más que el estómago, expectativas que el propio sistema exhibe como paradigma existencial a través de la “caja de los idiotas”.
Pero los mayores delincuentes del caos post terremoto, es decir, los especuladores de artículos de primera necesidad y los estafadores inmobiliarios seguirán impunes, porque las leyes consagran la maravillosa “libertad de precios”, y si quieres vender el pan a diez mil pesos el kilo y hay huevones que te lo compren, aquí no pasa nada…
Las inmobiliarias –ya se sabe– son, en su mayoría, empresas de papel creadas para proyectos específicos; luego de cumplir lo proyectado y venderlo, suelen hacer “término de giro” y desaparecen en el limbo de la responsabilidad limitada, y, si te he visto no me acuerdo. (De las aseguradoras, mejor ni hablar).
Nuestros avezados e inquietos periodistas están ahora en la ardua e inteligente tarea de entrevistar a los culpables del saqueo. Quieren saber el porqué de tales acciones malévolas, pues se trata de gente digna de respeto y consideración, educada en la certidumbre de los valores occidentales y cristianos... Al lumpen no es necesario preguntarle nada. Sus integrantes sólo entienden el lenguaje elocuente de las balas.  
¡Que Dios nos pille confesados!