Opinión

Aquí se juega (en TVE)

En Casablanca, el prefecto de la policía Claude Reins decide clausurar el café del inolvidable Bogart y le dice “Qué escándalo, he descubierto que aquí se juega” para argumentar su sanción y reforzar su imagen de legalidad.
Aquí se juega (en TVE)
En Casablanca, el prefecto de la policía Claude Reins decide clausurar el café del inolvidable Bogart y le dice “Qué escándalo, he descubierto que aquí se juega” para argumentar su sanción y reforzar su imagen de legalidad. Ese mismo contexto de pretendida indignación es el que se ha ofrecido estos días al conocer la noticia de que el Consejo de Administración de RTVE trató de aumentar el control político sobre los informativos de la cadena pública. Los periodistas del canal estatal se movilizaron a fondo para denunciar lo que llaman “tentativa de censura” y realizaron diversas protestas de las que informaron con profusión de detalles en su canal. Sus colegas de las televisiones privadas se sumaron al circo de la sorpresa y contaron como un hecho excepcional que en España hubiera algún tipo de control sobre los medios de comunicación. Para las teles privadas, que se dicen tan libres periodísticamente, sonaba a chino. Habría que recordar a unos y otros que en la película de Michael Curtiz, mientras el oficial cierra escandalizado el Rick’s, el croupier le entrega un fajo de billetes. “Sus ganancias de esta noche”, comenta con naturalidad el empleado. Es lo mismo que sucede en todos y cada uno de los grandes medios de comunicación, públicos y privados, en los que cada uno tiene sus propias servidumbres y hasta esclavitudes a partidos políticos, familias reales, determinadas empresas intocables o grupos financieros que se van de rositas por la crisis.