Opinión

El acicate

Un buen amigo, periodista económico de éxito con el que compartí grandes años en el viejo Diario 16, me dice que uno de los aspectos que más le impactan de esta convulsión económica es la crisis de confianza en la opinión pública. “Con la inyección de dinero que los Estados están dando a los bancos, me parece increíble que sigan sin fiarse”, me dice convencido de lo que dice.
Un buen amigo, periodista económico de éxito con el que compartí grandes años en el viejo Diario 16, me dice que uno de los aspectos que más le impactan de esta convulsión económica es la crisis de confianza en la opinión pública. “Con la inyección de dinero que los Estados están dando a los bancos, me parece increíble que sigan sin fiarse”, me dice convencido de lo que dice. Pues por eso precisamente no se fía la gente, le respondo yo con el mismo convencimiento. Cómo se va a fiar la gente si le están dando nuestro dinero a los mismos que lo acaban de sisar sin cambiar ni una sola de las reglas del juego. En lugar de sancionar, encarcelar e imponer normas en nombre de la mayoría, los Estados –que deberían ser juzgados por su monumental dejación de funciones– premian a unos pocos con el dinero de la mayoría. En el fondo de todo este asunto, en mi opinión, está el debate sobre qué es en realidad lo público y cómo la sociedad ha llegado al extremo de considerar, en economía, a lo público como una intervención y lo privado un acto de libertad. El poder, que es el que crea la ideología de la mayoría, nos ha engañado una vez más. Han empezado por ganar la batalla de las palabras, al llamar ‘plan de rescate’ a lo que ha sido una vuelta más de tuerca en el saqueo feudal de la gente corriente. Al empezar la invasión de Irak, a la reunión de los países buitres que iban a desvalijar las arcas de aquel país, los asesores lograron que todos lo llamáramos ‘Conferencia de donantes’.