Julio Camba: El primer anarquista expulsado de Argentina

El escritor Julio Camba nació en Vilanova de Arousa y a los trece años embarcó como polizón rumbo a Argentina, donde iba a desarrollar una actividad anarquista que le supondría su expulsión del país. En 1885 nació en Vilanova de Arousa (Pontevedra) el escritor Julio Camba Andréu. Julio es el segundo hijo de una familia de clase media. Su padre era médico rural.
Julio Camba: El primer anarquista expulsado de Argentina
Retrato de Julio Camba.

En 1885 nació en Vilanova de Arousa (Pontevedra) el escritor Julio Camba Andréu. Julio es el segundo hijo de una familia de clase media. Su padre era médico rural. En esta villa, 19 años antes, había nacido en el Pazo de Cuadrante quien iba a compartir tertulia en Madrid con él, don Ramón del Valle Inclán.
El joven Camba realizó sus estudios en la escuela de su lugar, y cuando cumplió 13 años decidió imitar a los jóvenes de su época y se embarcó como polizón a Argentina. El Gobierno argentino, ante el avance de las ideas socialistas y anarquistas traídas por los inmigrantes gallegos e italianos, decidió aprobar una ley de represión a estas ideologías. El 23 de noviembre de 1902 el Congreso Nacional sancionó la ley llamada de residencia, que lleva el número 4144. El autor, el diputado Miguel Cané, dijo de la misma en su defensa en el Parlamento: “Se trata de una ley eminentemente política, de una ley de excepción y de prevención, destinada a evitar que ciertos elementos extraños vengan a turbar el orden público, a comprometer la seguridad nacional... Se trata de tomar medidas ejecutivas de carácter policial, para salvar la tranquilidad social, comprometida por movimientos esencialmente subversivos, que no son los movimientos tranquilos del obrero trabajador, ni del extranjero honrado... sino agitaciones violentas, excesos y perturbaciones producidas por determinados individuos que viven dentro de la masa trabajadora para explotarla, abusando así de la hospitalidad generosa que les brinda este país. No se trata de dictar una ley contra las huelgas... se trata de evitar los abusos, de prevenir hechos criminales que se producen a la sombra de la huelga, se trata de salvar a la sociedad de estos estampidos anárquicos que comprometen tan graves intereses”.
Según comenta Julio Camba en su libro ‘El Destierro’: “La huelga general fue terrible. Imaginaros una gran ciudad, una ciudad cosmopolita, industrial y moderna; una gran ciudad en la que su cielo está turbado constantemente por el humo de las fábricas y por la voz de las sirenas que anuncian los buques entrantes o que llaman al trabajo a los obreros; una gran ciudad circundada de mastiles y de chimeneas; una gran ciudad, en fin, que es como una gran máquina funcionando al agua y al fuego; como una gran máquina compuesta de muchas máquinas pequeñas y donde todo gira, todo cruje, todo palpita y se estremece sin cesar. Imaginaros esta gran ciudad como esta gran máquina y, acostumbrados al movimiento y al ruido, ve que de pronto la máquina se para en seco. Tal sucedió en Buenos Aires. No se circulaba en coche, no giraba una grúa, no gemía el pito de una fábrica; las altas chimeneas se elevan al cielo rígidas y siniestras; arriba no había fuego y abajo no había brasa. El alma misma de la población, el alma inquieta, nerviosa y alegre del monstruo, se llenó de frío y de espanto.
El segundo día de huelga iba yo del brazo con un camarada por una de las calles más céntricas cuando acertamos a pasar junto a dos gordos burgueses de chistera y levita. En aquel momento uno de ellos le decía al otro:
-Esto se va poniendo muy serio.
Y, ciertamente, aquello se iba poniendo muy serio. Había una fábrica donde, pese a la huelga, unos obreros estaban trabajando. Se enteró un grupo de jóvenes tejedoras y se fue allí.
-¿No tenéis verguenza? -le dijeron-. ¿Seréis covardes cuando nosotras somos valientes?
Los huelguistas mataron e hirieron a una porción de esquiroles. Muchos policías fueron también muertos y heridos. En el puerto, un oficial mandó a los soldados que disparasen sobre un grupo de propagandistas de la huelga, y los soldados se negaron a disparar. Indudablemente, aquello era serio...
...Creo que fue el segundo día de la huelga. Basterra y yo estábamos en el Sportman cuando se nos acercó un compañero periodista, muy estimado en Buenos Aires: Florencio Sánchez. Este compañero nos comunicó que el Congreso, reunido en sesión extraordinaria, acababa de votar la ley de residencia para expulsar a todos los extranjeros peligrosos. Al mismo tiempo se había declarado el estado de sitio en la capital.
Basterra y yo echamos a andar por la calle Florida y torcimos por la de Corrientes. Al llegar a la calle de Artes se nos ocurrió entrar en la Sociedad de cocheros, que hacía esquina con las dos calles. Yo conocía mucho aquel local porque en él habían estado instaladas antes las oficinas de ‘El Correo de España’, periódico del que fui redactor. Entramos y encontramos a unos cuantos compañeros que hablaban muy animados...
...La autoridad había prohibido toda clase de reuniones obreras, y ‘La Prensa’ le había ofrecido un grand ‘hall’ a los huelguistas. Al dejar a Basterra me fui a ‘La Prensa’, donde había un mitin. Allí me  encontré con Oreste Ristori, que según supe no pudo salir de ‘La Prensa’ en diez días. Conversé un rato con él y con otros camaradas, y al anochecer me dirigí a ‘El Sol’...
...Estuve un gran tiempo en ‘El Sol’, y a las nueve de la noche fui a cenar con Castro a un restaurante contiguo. Castro vivía en casa de Orsini; y después de cenar, yo lo acompañé. Ya en la puerta me dijo:
Si me voy a mi casa me van a detener. Lo mejor es que quede a dormir aquí.
Y quedé a dormir en la casa de Orsini.
Aquello fue una estupidez de la que no me arrepiento. Si la policía vigilaba mi casa, porque había en ella un anarquista, mucho más debía vigilar la de Orsini que era una tobera.
Por la mañana salí a la calle y no había andado todavía cincuenta pasos cuando se me acercó un policía y me detuvo...”.
La prensa del 1 de enero de 1903 daba la lista de los españoles (la mayor parte gallegos), que fueron expulsados rumbo a Barcelona: Julio Camba, Adrián Troitiño, Ramón Palau, Benjamín García, Salvador Estrada, Miguel Ríos, Manuel Lago, Ricardo Alfonsín, Juan Calvo y Antonio Navarro.
Con su retorno al estado español comenzó su larga trayectoria de periodista y escritor, su agudo sentido del humor y la sátira, que le llevó a convertirse en el exponente más alto del humorismo español de este siglo. Según los críticos literarios, este humor procedía de su íntimo carácter gallego. Los libros más destacados del autor son: ‘El Destierro’ (1907), ‘Las Alas de Icaro’ (1913), ‘Alemania’ (1916), ‘Londres’ (1916), ‘Playas, ciudades y montañas’ (1916), ‘Un año en el otro mundo’ (1917), ‘La Rana Viajera’ (1920), ‘Aventuras de una peseta’ (1924), ‘Sobre casi todo, sobre casi nada’ (1928), ‘La casa de Lúculo o el arte de bien comer’ (1929), ‘La ciudad Automática’ (1932), ‘Haciendo República’ (1934), ‘Etcétera, etcétera’ (1945), ‘Esto, aquello y lo de más allá’ (1945), ‘Mis mejores páginas’ (1956), ‘Millones al horno’ (1958).
Como periodista trabajó en ‘El País’, ‘España Nueva’, ‘El Mundo’, ‘La Correspondencia de España’, ‘El Sol’, ‘La Voz’ y ‘ABC’.
El polifacético artista gallego Luís Seoane dijo en su programa radial ‘Galicia Emigrante’: “Vivía por entonces en la calle Díaz Vélez, a la altura aproximada de Medrano, y parece que invertía parte de su tiempo en enseñar las primeras letras a otros inmigrantes como, lo cual, según se sabe, cuando se hace al margen del estado y de las autoridades, resulta siempre un acto subversivo. Comenzó colaborando en periódicos anarquistas. Cuentan que su primer acto de humor consistió en pronunciar en la Plaza Congreso una conferencia de esa tendencia para ganar, por medio de la policía, un pasaje gratuito de la vuelta a Galicia, aplicándosele la ley de residencia que acababa prácticamente de promulgarse. De aquella época porteña es su poema ‘Recordos’, que se publica todavía en alguna antología de poesía gallega y que es lo único que publicó en el idioma de su país”.
Otra de las opiniones que dan el marco más preciso sobre la dimensión de Julio Camba, la da el historiador Emilio González López en su libro ‘Galicia su Alma y su Cultura’: “...Julio Camba es el humorista más original y auténtico que ha producido la España contemporánea. Sus humos, como el de Larra, procede de la comparación o más bien de la confrontación de lo español y de lo europeo, que en el escritor romántico, era lo francés. Camba como Larra se da cuenta de que los pueblos tienen una idiosincrasia consustancial con su carácter permanente hecho por la historia y la geografía... Camba, a diferencia de Taboada y de Fernández Flórez, no se detuvo a ver el lado caricaturesco de la vida española vista desde dentro, sino que vagó por los principales países de la Europa occidental observando su peculiar carácter; y es al hablar de ellos y de sus peculiaridades cuando expone sus observaciones de carácter español para compararlo con el del pueblo donde está en aquel momento. Por eso hay siempre en las observaciones de Camba una doble caricatura: la del pueblo extranjero  en que vive y la de España, que le sirve de comparación”.
El magistral escritor Torrente Ballester dijo de Camba: “Camba es un humorista único, acaso, entre los españoles, próximo al humorismo inglés”.
Julio Camba falleció en Madrid el 28 de febrero de 1962. En su provincia natal un concurso periodístico que instauró entonces la Caja de Ahorros de Pontevedra lleva su nombre.

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