Opinión

De la taberna a la Red

En España es casi una norma quejarse de modo atronador de algo pero sin que nos oiga el que nos hace daño. No verán un buzón de sugerencias cargado de reclamaciones, ni pleitos valientes bien encaminados, o tipos que se encaran con el matón, pero llenamos las tabernas de voces disonantes pidiendo revoluciones los martes y golpes de estado los jueves. Esperamos a que pase el matón y, cuando no nos oye nos desabrochamos la camisa al grito de “agarradme que lo mato, agarradme”. Los más modernos hacen exactamente lo mismo pero en las redes sociales, atizando con bits lo que no tienen pelotas de hacer como átomos. Ya sea EE UU, Cuba o España, los políticos gobernantes son una consecuencia de sus propios pueblos. Es decir, los pueblos como conjunto tenemos los políticos que merecemos. Los medios de todo el mundo informan de que acá en España “la ciudadanía se levanta contra los recortes y abusos del Gobierno” o “el pueblo español, en pie de guerra contra el Gobierno” del mismo modo que los periódicos españoles titulan lo mismo de la ciudadanía portuguesa, italiana o griega alzada en protestas contra sus respectivos gobernantes. Si todo esto fuera verdad, no habría gobierno en el mundo que pudiera resistir. Esta misma semana, por ejemplo, se ha publicado una gran encuesta que dice que el actual Ejecutivo gallego seguiría contando con una cómoda mayoría de votos para seguir dirigiendo el país. Detrás de cada uno de esos votos hay seres humanos, una mayoría de cientos de miles, que son ignorados con complacencia por los que gritan en la taberna y en la Red. Prefieren insultar al inalcanzable político antes que dar la cara y reprochar, discutir o enemistarse con su propio vecino, que es quien democráticamente alimenta al gobierno de turno.

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