Opinión

Mandela y Cuba

La muerte de Nelson Mandela ha sido aprovechada para convertir al combatiente negro y rojo en una fantástica mentira, un simbólico osito panda, en el icono de una camiseta de consumo masivo al gusto de todas las ideologías, y para ocultar y manipular la verdadera historia de la lucha contra el régimen racista de Sudáfrica. Para un lector manso de los grandes medios, abrirle los ojos sobre el fin del modelo nazi de Sudáfrica es como descubrirle a mi tía, la monja, que dios puede estar en su corazón pero no en la cabeza. A ese lector manso hay que decirle que el único país no africano que combatió el esclavismo de Pretoria fue la Cuba de Fidel Castro, que dejó la vida de más de 2.500 militares cubanos en la llamada Stalingrado africana. A ellos hay que sumar el esfuerzo, durante veinte años, de cientos de miles de isleños en forma de médicos, ingenieros y formadores que tumbaron la expansión del régimen esclavista por Angola y Namibia. La generosidad de Cuba era la excepción a la complicidad que Europa y EEUU daban en ese misma época al gobierno blanco/nazi. Esos mismos gobiernos apoyaron el encarcelamiento de Mandela hasta que la presión social se hizo insoportable. Por eso produce tanta repugnancia ver a Obama y otros dirigentes hacerse fotos junto al viejo Mandela –como los palurdos que se la hacen estrujando a un futbolista de moda– y luego vuelven a sus países para seguir explotando a otros hombres cambiando el criterio racial por el económico. Entre otras declaraciones, a Mandela siempre se le han silenciado sus duras condenas a los crímenes de Estados Unidos y, a la vez, se ha censurado su apoyo y admiración por la revolución cubana. El imperialismo y el capitalismo ganaron la batalla a Mandela: lo convirtieron en la imagen de una camiseta que se vestiría sin reparos un niñato del PP o el PSOE para ir a tomar unas copas.