Opinión

Las leyes de Rouco

En España soportamos un atraso tan grande en tantas materias que, justo ahora que los católicos del mundo dependen de un Papa de formas más progresistas y conmovido por los sufrimientos reales de la gente, aquí vamos para atrás con una Conferencia Episcopal cada vez más atávica e insensible. Su presidente, el cardenal ultraderechista Rouco Varela, es noticia estos días en los periódicos por su preocupación por lo que considera los grandes problemas, a saber: la unidad de España, el aborto y el matrimonio gay. El tipo exige y presiona el Gobierno de todos los españoles para que cambie las leyes de todos y las adapte a sus normas. Como este directivo incompetente no puede controlar a los pecadores de su organización –los que no estamos asociados a su organización no pecamos; vivimos– recurre al Estado para que nos obligue a todos a pecar y despecar a diario. Menuda dejación de funciones, son de derechas y pretenden una estatalización del hecho religioso. Los católicos españoles son, salvo encomiables excepciones marginadas por la propia organización, unos fieles de lo más incoherente: no estudian sus textos sagrados, no se refugian a pensar sobre la trascendencia de su dios, no debaten sobre su propia moral católica, y les importa un pimiento que los directivos corruptos de la organización no reflejen ni uno solo de los sentimientos nobles de la llamada palabra de Jesucristo. Conozco a un puñadito de católicos de buena fe que no tienen reparos en admitir esto y son, precisamente, los que se dejan las pelotas atendiendo al sufrimiento real de la gente. Y yo no diría estas cosas tan lleno de furia si los Roucos de turno se limitaran a embridar y meter en cintura a sus propios pecadores, que libremente se han asociado a su club, y nos dejaran en paz a los demás.

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