Opinión

Soñar y volar

Algo por lo que siento una admiración sin límites rayando en la obsesión, es la aviación. Comprendo, pero no entiendo muy bien, cómo un aparato más pesado que el aire pueda alzarse de la tierra y surcar los cielos con la misma templanza –y posiblemente mejor– que un águila. Misterio, combinación de leyes o lógica aplastante apoyada en la concepción que tiene el hombre de sus propios valores.

Algo por lo que siento una admiración sin límites rayando en la obsesión, es la aviación. Comprendo, pero no entiendo muy bien, cómo un aparato más pesado que el aire pueda alzarse de la tierra y surcar los cielos con la misma templanza –y posiblemente mejor– que un águila. Misterio, combinación de leyes o lógica aplastante apoyada en la concepción que tiene el hombre de sus propios valores.
Volar como un ave ha sido el sueño perenne de la raza humana. Desde los antiguos tiempos de Ícaro y Dédalo hemos querido ser como las aves, y para ello los pioneros no se han frenado ante ninguno de los cien y más obstáculos que se le han ido presentando.
Si nos situamos en la Edad Media, veremos cómo unos locos, lanzándose desde acantilados o torreones, hacían intentos de volar, pero inexorablemente caían a plomo sobre la tierra. La mayoría, encima, perdían la vida. Solamente Leonardo da Vinci preparó, concienzudamente, estudios para descubrir el secreto del vuelo, pero sus diseños no salieron más allá del pergamino, aunque se cuenta el haber realizado algún intento no muy feliz.
Pero el ser humano no se amilanó y siguió ideando diversas máquinas hasta que pudo con ellas levantar vuelo y surcar los cielos como siempre había soñado. Ha sido un triunfo grande, inmenso. Hoy subir a un avión es algo normal, pues aunque nos parezca extraño y aún muchas personas sigan teniendo pánico a las alturas, es el medio de transporte más seguro que existe. En ese aspecto no hay otro igual.
La aviación ha llegado a tal punto que las distancias se están haciendo inmensamente cortas. Leemos, por ejemplo, que un viaje de Nueva York a Madrid se podrá hacer dentro de muy poco en tres horas. Increíble, asombroso, pero cierto, pues todo adelanta una barbaridad.