Opinión

Si Oliver Stone fuera español

En España, creadores de la talla de Oliver Stone, Sean Penn o Noam Chomsky no tendrían acceso a ningún premio o reconocimiento oficial por su fantástica obra profesional: director de cine, actor y lingüista, respectivamente, conocidos también por su crítica al imperio y su afinidad hacia Cuba o Venezuela.
Si Oliver Stone fuera español

En España, creadores de la talla de Oliver Stone, Sean Penn o Noam Chomsky no tendrían acceso a ningún premio o reconocimiento oficial por su fantástica obra profesional: director de cine, actor y lingüista, respectivamente, conocidos también por su crítica al imperio y su afinidad hacia Cuba o Venezuela. En Estados Unidos, pese a la enorme censura impulsada por el Gobierno y las grandes corporaciones, no le pasa a nadie por la cabeza acabar con la vida profesional de los personajes que discrepan con el modelo imperante. En España no se puede tener éxito profesional en ningún ámbito –actores, músicos, dramaturgos, filósofos y me atrevo a decir que sindicalistas, periodistas y políticos– si se forma parte de la disidencia que realmente molesta a las élites. El conflicto entre España y Euskadi, por ejemplo, llevó a todo el tejido político y empresarial español a enterrar la manifestación literaria y musical de numerosos artistas vascos. Manifestarse pública y razonadamente ateo y republicano en ciertos ambientes –o dar una versión distinta de los gobiernos latinoamericanos– puede costarte el ostracismo más absoluto para ejercer profesiones para las que no es necesaria una ideología particular. Esto pasa en los círculos de poder pero también entre compañeros de trabajo, en el café o en el equipo de fútbol del barrio. Es un gesto casi inconsciente de miedo ante la discrepancia. Dos generaciones de franquismo –y dos más de complicidad– acostumbrados a una única idea (y un único modelo ético, religioso, cultural, etc.) impuesta desde arriba han hecho mella en hábitos cotidianos de la gente, que se siente como mínimo incómoda ante las personas que cuestionan su modo de vida. Esta es una de las causas de que durante décadas, en España sólo haya escalado social, cultural y económicamente lo peor de cada casa, lo más dispuesto a decir al poder lo que quiere oir, lo más presto a la delación. Este es el origen de que al abrir los periódicos sólo veamos corrupción por todas partes.
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