Opinión

O patrimonio da lingua

Cuando se presentó el proyecto para levantar la presa de Asuán, el mundo se echó las manos a la cabeza.

Cuando se presentó el proyecto para levantar la presa de Asuán, el mundo se echó las manos a la cabeza. La Unesco creó sus declaraciones de patrimonio de la Humanidad y más de cincuenta países contribuyeron con una marea de millones para trasladar las ruinas de Abu Sinbel y evitar su inundación. Organizaciones internacionales envían sus expertos a fatigosas expediciones para salvar un pajarillo en peligro de extinción, Dian Fossey recauda millones y voluntades de todo el planeta para salvar los gorilas de montaña –a costa de los humanos nativos; a veces se nos va la cabeza a los narcisistas blanquitos de ciudad-, y Jane Goodall hace lo propio con los chimpancés y con su lenguaje de gestos. Antropólogos como Nigel Barley dedican media vida a documentar y preservar –y respetar- las costumbres de una pequeña aldea de Camerún. Luis Pancorbo divulgó sus viajes a pueblos exóticos hasta convencernos de que nosotros somos exóticos para otros pueblos. En el célebre MIT se destinan partidas presupuestarias a enviar lingüistas a la selva amazónica para documentar la lengua todavía prístina de los pirajás y participan en encendidos debates con el propio Chomsky. Existe un pequeño y bello rincón de Europa que se llama Galicia, donde hace casi mil años se creó un idioma autóctono proveniente de la lengua hablada en un antiguo reino –el reino galaico portugués- que a su vez provenía del latín. En ese pedacito de mundo han bastado dos generaciones para llevarla al borde del exterminio. Dos generaciones en las que el poder dominante ha extorsionado a los nativos para que dejen de hablarlo por dos vías: el miedo (a la sanción, a perder el trabajo, al repudio del poder) y la vergüenza, con una campaña única en el mundo para relacionar nuestro idioma con la falta de cultura y de éxito social. Y ese poder incluye al actual gobierno de Galicia, servil y cómplice de los poderes que tratan de extinguir el idioma. En unos pocos años, algún gallego acudirá como una anécdota a las cumbres de la Unesco para preservar pueblos y costumbres indígenas y tendremos morriña.
Nota: este artículo fue escrito en castellano por razón de su audiencia internacional.

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