Opinión

El ‘liberalismo español’ y el pensamiento de Manuel Murguía

¿Acaso las relecturas de las obras escritas por Manuel Murguía no constituirían una magnífica experiencia para aquellos que se dedican a los afanes políticos y a los que se suele denominar intelectuales, tan inquietos por la organización territorial de Galicia? No pocos de ellos lo estiman como un “precursor” a causa de la, en cierta medida, “modernización” de sus planteamientos.
El ‘liberalismo español’ y el pensamiento de Manuel Murguía
¿Acaso las relecturas de las obras escritas por Manuel Murguía no constituirían una magnífica experiencia para aquellos que se dedican a los afanes políticos y a los que se suele denominar intelectuales, tan inquietos por la organización territorial de Galicia? No pocos de ellos lo estiman como un “precursor” a causa de la, en cierta medida, “modernización” de sus planteamientos. No en vano Murguía fue uno de los escasos pensadores liberales capaz de adecuar equilibradamente la “racionalidad liberal” con el “organicismo” como “fórmula de redistribución del espacio”.
A fin de poder comprenderlo, detengámonos por un instante y observemos que el “liberalismo español” puede optar por dos modelos para su sistema administrativo: el “racionalista” –asimismo llamado de “organización burocrática”– y el modelo de “participación”, también nombrado “histórico” o de “organización periférica”. La elección se dirigió hacia el modelo “racionalista” o, lo que es lo mismo, un sistema administrativo en el cual no se tuvieron presentes las divisiones históricas, étnicas o culturales precedentes, originando así una maraña organizativa de nuevo cuño, de puro artificio al no estar cimentada sobre una realidad “preexistente”. La “centralización del poder” de tomar decisiones es el rasgo más acusado de tal modelo. De esta guisa escribió Colmeiro: “La centralización administrativa es la concentración en el poder ejecutivo de cuantas fuerzas son necesarias para dirigir los intereses comunes de una manera uniforme. La centralización es la unidad en la nación y en el poder o la unidad en el territorio, en la legislación y en el gobierno. Centralizar es someter todas las personas y todos los intereses a la ley de la igualdad y distribuir equitativamente los beneficios y las cargas anejas a la cualidad de ciudadano. Y al mismo tiempo establecer una regla de orden imprimiéndoles a las fuerzas sociales una dirección única y robusteciendo el poder que vela por la paz interior y por la independencia nacional”.
Colmeiro, no obstante, no pretendía la idea de “centralismo” que el pensador Cormenin –contemporáneo de Napoleón Bonaparte– anhelaba: “En la máquina ingeniosa y sabia de nuestra administración, las grandes ruedas impelen a las medianas, las que a su vez hacen girar a las pequeñas alrededor de su eje”. De este modo, al leer tales páginas de Colmeiro, al igual que otras similares en los textos de De los Ríos, Posada Herrera y algunos otros administrativistas de singular influencia en los libros legislativos, tal vez podríamos llegar a considerar que el “liberalismo español” era incompatible con cualquier otro sistema de administración.
En los ‘Xogos Florais’ de Tui en 1891 recordemos que Manuel Murguía señaló en su esencial discurso: “Pois que somos un povo distinto, debemos selo”. Alfredo Brañas –en idéntico acto poético– se reafirmó en el mismo concepto: “La Patria en su acepción filosófica y política comprende el territorio habitado por gentes que además de su común lenguaje, usos, costumbres, historia, tradiciones y origen de raza, tienen la íntima conciencia de su propia individualidad y de su esencial desemejanza con otras gentes que les son completamente extrañas”. Según la teoría de Murguía, Roma unificó y delimitó el territorio gallego; el dominio suevo afirmó esta unidad y el poder godo lo consolidó al concederle a Galicia una “autonomía” generosa.