Opinión

La maquila española

Lo que no te atrevas a dar a tus hijos, no lo legisles para los otros. Ese debería ser el principio fundamental de los políticos al legislar las leyes laborales y de los empresarios al contratar.

Lo que no te atrevas a dar a tus hijos, no lo legisles para los otros. Ese debería ser el principio fundamental de los políticos al legislar las leyes laborales y de los empresarios al contratar. El nuevo gobernador del Banco de España –no sale uno bueno, oiga– ha propuesto eliminar el salario mínimo legal por el que tanto se luchó durante tantos años y, de ese modo, abrir la puerta a la legalización de la esclavitud en el país, que ya existía de facto pero no tenía cobertura administrativa. La solución que propone esta clase política tan lejana del sufrimiento de millones de españoles consiste en convertir todo el territorio español en una inmensa maquila, que es como se conoce en la frontera mexicana a esas fábricas manufactureras con miles de esclavos que trabajan en subcontratas para corporaciones estadounidenses. Pretenden que España se limite a competir exclusivamente en salarios más bajos que nadie para atraer la deslocalización de empresas extranjeras que buscan producir en países pobres o, mejor dicho, con sectores de la población muy empobrecidos. España aspira a ser la nueva China y nos quedamos tan anchos. En un caso como el español, la catástrofe está servida: desaparecerán las pequeñas y medianas empresas –hasta hoy el tronco de la economía nacional– que se alimentaban del consumo menguante de las clases trabajadoras y sólo quedarán en pie las grandes corporaciones, mayormente extranjeras. Al gobernador y sus amigos no le importan mucho estas cosas porque tienen la vida arreglada y sus hijos nunca pasarán por el horror que sufren millones de sus conciudadanos.

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