Opinión

Escraches, fotos y cromatopsia

Los ‘escraches’ fueron, en su origen, acciones pacíficas de protesta civil realizadas en Argentina ante las casas de los represores de la dictadura que eran protegidos por el gobierno de Menem. Hoy se multiplican en España estas acciones para molestar a diversos políticos del partido gobernante por su gestión de los desahucios y su complicidad con la dictadura financiera.
Escraches, fotos y cromatopsia

Los ‘escraches’ fueron, en su origen, acciones pacíficas de protesta civil realizadas en Argentina ante las casas de los represores de la dictadura que eran protegidos por el gobierno de Menem. Hoy se multiplican en España estas acciones para molestar a diversos políticos del partido gobernante por su gestión de los desahucios y su complicidad con la dictadura financiera. Otra acción con propósitos parecidos ha sido la publicación –en mi opinión de modo malicioso y manipulador de la realidad– de unas antiguas fotografías del actual presidente gallego a bordo del yate de un conocido contrabandista. Todo el mundo conoce mi aversión ideológica hacia esa maquinaria política destructiva y causante de tantos males y pobreza en nuestro país que es el PPSOE, pero todas estas acciones olvidan una circunstancia capital: a estos políticos les ha votado una cantidad de ciudadanos mucho mayor que la que sale a protestar. O cambian el voto de millones de españoles en próximas elecciones o estas acciones se quedan en nada. El ‘escrache’ lo deberían practicar como una labor pedagógica ante la casa de su vecino del sexto, que con su voto recorta los derechos sanitarios o laborales. Hay un libro muy recomendable del lingüista Guy Deutscher en el que participa en el vigente debate sobre si la capacidad para el lenguaje es innata o cultural. En su estudio dedica un centenar de páginas fascinantes a demostrar que la capacidad para nombrar colores es puramente cultural, por eso para Homero y sus contemporáneos el mar y el cielo de La Ilíada se describían del mismo color del vino, porque no estaban acostumbrados al azul. Lo contrario es lo que sucede en España con los dos grandes partidos, que pensamos que son distintos pero son del mismo color.

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