Opinión

Desahucios: morir sin haber matado

En una sociedad enferma, con periódicos enfermos, las informaciones de los suicidios ante un desahucio en España se codean –al mismo nivel de indiferencia– con las de un retrato de Picasso que se vendió esta semana por 37 millones de dólares. Si digerimos esto, la mayoría de las personas seguirán explotadas por una minoría.
Desahucios: morir sin haber matado

En una sociedad enferma, con periódicos enfermos, las informaciones de los suicidios ante un desahucio en España se codean –al mismo nivel de indiferencia– con las de un retrato de Picasso que se vendió esta semana por 37 millones de dólares. Si digerimos esto, la mayoría de las personas seguirán explotadas por una minoría. Visto con cierta serenidad y menos sensacionalismo, el drama de los desahucios no es el suicidio puntual de cuatro o cinco personas. Esto desvirtúa la realidad de millones de españoles. Hay que explicar que en España no se practica un desahucio exprés como el de EE UU, una salvajada por la que en dos únicos impagos y sin ninguna contemplación, un alguacil te pone con tus hijos y tu sofá en la calle aunque esté nevando. En España, para llegar a un desahucio como los cientos de miles que están anunciados, es necesario que una familia haya llegado a un punto de quiebra económica y anímica angustiosos, con una acumulación dramática de meses y meses sin ingresos, en la práctica indigencia y con serios problemas para alimentarse. Quiero decir que detrás de estos desesperados que se tiran por el balcón, hay cientos de miles de personas que están sufriendo un auténtico infierno desde hace mucho tiempo sin que las Administraciones tomen ningún tipo de medida. Y detrás de éstos, hay millones que todavía pagan su hipoteca pero que están a punto de caer en el abismo. Ese verdadero drama es el que apenas se tiene en cuenta, el hundimiento general dentro de los hogares. Lo peor es que el sistema está tan bien diseñado que los culpables criminales pueden salir tranquilos por la calle porque el suicida no sabe a quién señalar: la gente se tira por la ventana limpiamente sin llevarse por delante a los que provocan su propia muerte, que aquí tiene nombre y apellidos. Yo moriría matando.