Opinión

Cooperar en las fronteras

Desde hace más de medio siglo funciona en Europa el modelo de cooperación transfronteriza. Este marco de actuación vincula a gobiernos y entidades locales y regionales dentro de diversos Estados europeos fronterizos unos con otros, en proyectos de cooperación sanitaria, económica, cultural, ambiental, etc.
Cooperar en las fronteras

Desde hace más de medio siglo funciona en Europa el modelo de cooperación transfronteriza. Este marco de actuación vincula a gobiernos y entidades locales y regionales dentro de diversos Estados europeos fronterizos unos con otros, en proyectos de cooperación sanitaria, económica, cultural, ambiental, etc., financiados con fondos europeos, con mayor o menor intensidad y con la pretensión de no depender exclusivamente de sus respectivos Estados centrales.
Hoy en día existen más de 130 entidades de cooperación transfronteriza en Europa. Las primeras experiencias fueron en el Norte de Europa, principalmente Alemania, Holanda, Bélgica y Dinamarca, pero el boom vino en la década de 1990, con la incorporación de los países de la Europa Oriental ex socialista. Puede decirse que, al calor del proceso de integración europeo que dio paso de la CEE a la actual UE, este modelo está consolidado y sus entidades han demostrado que pueden erigirse como los auténticos ejemplos de integración europea desde las bases, la ciudadanía y los gobiernos locales.
Un ejemplo de estas entidades es la Agrupación Europea de Cooperación Territorial (AECT) Galicia-Norte de Portugal (G-NP), creada como Comunidad de Trabajo en 1991. Actualmente es uno de los proyectos de cooperación transfronteriza más consolidados, con cierta incidencia en materia ambiental, económica, de infraestructuras, de cohesión territorial, etc. Aunque absolutamente dependiente de los fondos europeos, un arma de doble filo en una coyuntura determinada por la crisis económica, la AECT G-NP parece caminar con cierto entusiasmo pero no menos incertidumbres.
Traigo a colación este modelo por el momento particular que vive actualmente Europa, sumida en la recesión y la austeridad financiera de la cual la cooperación transfronteriza no es ajena. En el caso gallego-portugués, su incidencia es clara, tomando en cuenta que es una región periférica europea con menor desarrollo socioeconómico. Probablemente, el nuevo período de cooperación transfronteriza aborde la necesidad de afianzamiento político que permita vertebrar una ciudadanía activa y consciente de la necesidad de no depender, exclusivamente, del financiamiento de Bruselas o de sus respectivos gobiernos nacionales.
La cooperación transfronteriza supone un modelo de regionalización en una Europa abundante en pueblos y regiones, algunos sin representación política estatal pero con notable autonomía administrativa. No debe, por tanto, ser únicamente un modelo europeo, sino que puede extrapolarse a otras realidades geográficas y geopolíticas, como Iberoamérica y la Lusofonía, en el caso particular de la eurorregión gallega-portuguesa. Ya existen otras realidades en Asia y América del Norte, lo cual demuestra que la ‘transfronterización’ es un fenómeno ligado, en cierta forma, a la globalización y en gran medida a la crisis del Estado-nación centralizado.